Fernando Garzón
(UBA-UNE, Argentina)
A partir de la concepción antropológica del hombre como imagen y semejanza de Dios, heredada por la tradición cristiana, que influenció la filosofía medieval y renacentista (junto con las demás religiones del Libro), el presente trabajo pretende indagar la relación entre el estado melancólico y la obra del filósofo florentino Marsilio Ficino (1433-1499).La melancolía o bilis negra es aquello cuyo desorden puede producir las consecuencias más nefastas. Leemos en Estancias, de G. Agamben, que:
Arrastrada el alma hacia la imagen del amado grabada en la fantasía y hacia él. En la cosmología humoral medieval, va asociado tradicionalmente a la tierra, al otoño (o al invierno), al elemento seco, al frío, a la tramontana, al color negro, a la vejez (o a la madurez), y su planeta es Saturno…1
La definición contemporánea de Agamben sobre la melancolía o estado melancólico se encuentra en sintonía con la definición compartida a través de la historia de la filosofía. La preocupación por este estado se remonta a las disecciones llevadas a cabo por Demócrito y a los Problemata pseudo aristotélicos, para desarrollarse luego en diversos tratados de filosofía, medicina y teología. ¿A qué se debe el interés de tan distintos saberes respecto a este mal que afectó desde siempre a las personas? Como explica R. Burton en su Anatomía de la melancolía:
Es una enfermedad sobre el alma la que voy a tratar, que pertenece tanto al dominio de los teólogos como al de los médicos; ¿Quién no sabe qué concierto existe entre estas dos profesiones? Un buen teólogo es o debería ser un buen médico, un médico espiritual al menos, como nuestro Salvador se llama a sí mismo, y lo fue en verdad2
La melancolía necesita ser abordada, así, desde la teología y la medicina en conjunto: de la misma manera que se presenta como un mal físico (el exceso de bilis negra) también es un mal que aqueja el alma y, en el peor de los casos, la aleja de Dios.
Marsilio Ficino, en su proyecto de recuperar la teología antigua, o Prisca theologia, llega a dichas fuentes (Hermes, Demócrito, Platón, Aristóteles, Plotino) y a través de ellas, mediadas por la medicina y la fe cristiana, se ocupa del tratamiento de la melancolía en dos de sus obras: De Amore y De Vita Triplici. No obstante, ninguna es un tratado exclusivo acerca de la melancolía, como pueden serlo la obra del ya mencionado Burton o el Lilium medicinale de Bernardo Gordonio, entra otras. Marsilio, médico y sacerdote florentino, traductor de las obras de Platón y Plotino, cosechó un particular interés en intentar sobrellevar los malestares propios del humor melancólico; auto proclamado “hijo de Saturno” por haber nacido bajo el influjo de dicho astro, intentó en sus obras curar y domesticar su condición.
En De Amore la aproximación a la melancolía es desde la filosofía y el tratamiento del amor en el comentario al Banquete platónico. Allí el florentino dice, por boca de Tommaso Benci, que “los médicos de la Antigüedad han dicho que el amor era una enfermedad vecina a la melancolía”3. Por su parte, el De Vita es más bien un tratado cercano a la medicina, la astrología y la magia. Ficino intenta dar una solución o encontrar la manera de volver benéfica la determinación astrológica saturnina, dado que quienes han nacido bajo la estela de Saturno no pueden escapar al temperamento melancólico. Luego de cierta reivindicación del estado melancólico que aqueja a los filósofos y artistas, alude a la ayuda que prestan los talismanes y advierte contra determinadas comidas, bebidas, imágenes, etc. Tratados en los que la medicina y la magia confluyen para intentar explicar las causas de la melancolía y ofrecer una cura o tratamiento eran bastantes comunes en una sociedad tan religiosa como supersticiosa, pero, en el caso del florentino, el trasfondo nunca abandona la filosofía ni la fe cristiana.
Si bien Ficino fue un sacerdote católico, la influencia de la filosofía pagana y la tradición hermética convergen en su obra junto con su credo. El hombre es “imagen y semejanza” de Dios por lo que tiene la posibilidad de devenir en hombre mago y ser microcosmos, reflejando la estructura ontológica del macrocosmos que rige el mundo. Ahora bien, si el hombre posee gracias a su alma la posibilidad de la divinización, ¿cómo es qué hay cierto influjo astral que lo conduce a la tristeza del alma, al exceso de bilis negra y los malos humores? ¿Qué lugar ocupa la melancolía en una tradición antropológica como la cristiana, donde la criatura humana es reflejo del Creador, Supremo Bien? ¿Qué lleva, por otra parte, a los hombres de letras, filósofos y artistas al furor que desencadena en ellos este humor y el desarreglo del espíritu? ¿Es la melancolía una consecuencia del alejamiento del alma humana del fin dado por su Creador o un destino ya determinado por la caída en la que el existente humano se encuentra?
La cosmología de Ficino: macrocosmos y alma del mundo
Marsilio Ficino presenta un sistema filosófico coherente y funcional para consigo mismo, en el cual confluyen un número diverso de fuentes. Fusionando fuentes paganas y filosóficas con otras de índole teológica y cristiana4 hay un regreso y una reconstrucción de la llamada Prisca theologia (o teología antigua) en un intento de concordia entre paganismo y cristianismo. De esta forma, el sacerdote florentino acude a autores como Platón, Plotino, Pitágoras, Epicuro, Proclo, Jámblico y los mitos órficos, e incluso retrocede más allá en el tiempo para beber de Zoroastro y la tradición hermética. Claro que también respeta y se nutre de autores escolásticos como Santo Tomás y los islámicos. Entre sus trabajos como filósofo, traductor y comentador pueden contarse el De amore y la Teología platónica, los cuales contaron con el auspicio del famoso Cosme de Médicis.
Para continuar indagando hasta el fondo en su concepción acerca de la melancolía y la relación que ésta guarda con la antropología y los astros, debemos comenzar zarpando desde un puerto seguro que permita una comprensión mayor de la filosofía ficiniana: la cosmología propuesta por el florentino, de donde se desprende una jerarquía de niveles de lo real con sustento en ciencias tan diversas como las matemáticas, la filosofía misma, la astrología y la física5. Dicha visión del cosmos se vio inspirada, sobre todo, en la filosofía neoplatónica, a la cual Ficino le fue incorporando conceptos astrológicos de la época y también de magia blanca. Es así como el ser se ve reflejado en una escala que parte de Dios, ocupando éste, naturalmente, el primer lugar, para luego hacer aparición la mens y el alma en tanto niveles superiores de la realidad; conformando los niveles inferiores de la cualidad y la materia. En Dios las ideas poseen actualidad y unidad, mientras que en la mens son múltiples y guardan una potencia creadora. Por su parte, el alma cultiva la materia informe, de donde surgen las cualidades que dan lugar a la materia transformada en naturaleza.
Esta jerarquía del ámbito de lo real da lugar a la cosmogonía ficiniana, donde hace su aparición el llamado macrocosmos: la concepción del universo entendido como un ser vivo6, un organismo animado compuesto de cuerpo y alma que entrelaza y mantiene vinculados al resto de los seres. No obstante, cuerpo y alma están separados por lo que no pueden comunicarse solos, sino que necesitan de un mediador: el espíritu. Ficino aclara al respecto:
En el espíritu (spiritum) vive el alma, en el alma resplandece la inteligencia. Y como bajo la Luna el aire no se mezcla con la tierra si no es por medio del agua, ni el fuego con el agua sino por medio del aire, así en el universo, justamente lo que nosotros llamamos espíritu es, en cierto modo, como el incentivo o el estímulo para unir el alma al cuerpo7
Este espíritu permite la unión dinámica en la cadena del ser, comunicando y atando cual nudo las fuerzas del cuerpo y el alma. El espíritu imprime el movimiento al universo, por lo que es representado con la imagen de un edificio puesto en movimiento mediante la transferencia propiciada por el espíritu entre cuerpo y alma individual. Al tratarse del espíritu que compete al universo al cosmos entendido como un todo (macrocosmos), se habla del espíritu del mundo. En palabras del florentino:
Pero volvamos al espíritu del mundo, por cuyo medio genera el mundo todas las cosas. De hecho, todas ellas generan por medio de su propio espíritu; un espíritu al que podemos llamar bien cielo o bien quintaesencia. Este espíritu está en el cuerpo del mundo casi de la misma manera que está en nuestro cuerpo nuestro espíritu (...). En sí, dicho espíritu es un cuerpo sutilísimo, casi un no-cuerpo, y casi ya-alma, y de igual modo casi no-alma y casi ya-cuerpo. (...) Este espíritu está presente y activo por doquier en todas y cada una de las cosas, es el autor inmediato de toda generación y de todo movimiento8.
El macrocosmos es el nombre que recibe el universo como un todo, conformado por cuerpo y alma, los cuales se ven atravesados y comunicados mediante el espíritu del mundo. Es así como la filosofía ficiniana da lugar a la idea de un cosmos atravesado por un aspecto de lo divino, conectado e influenciado como un gran ser. El alma del mundo contiene las rationes seminales de la mente divina, los arquetipos de todo aquello que se verá moldeado en la materia9. Ficino nos dice que “en cualquiera caso el mundo vive y respira y nos es posible absorber su espíritu”10. Notamos cómo el cosmos es concebido como un organismo vivo y unificado, que pone en relación no solo las distintas esferas celestes que conforman el universo, sino también a los seres que lo conforman. El espíritu del mundo vivifica e impregna todo al actuar a través de su quintaesencia, una especie de espíritu universal11, que circula por cada recoveco del universo vivo.
Es decir, el macrocosmos influye de una u otra manera en los seres de menor talla en la jerarquía ontológica12 y, particularmente, el influjo sobre el existente humano es del interés de Ficino13. El espíritu universal que vivifica el mundo logra, o puede lograrlo, ser captado por los humanos a través de la impresión de la energía efluente del cosmos sobre los astros, recibiendo desde lo alto del mundo supraceleste los beneficios divinos que se encuentran en el alma del mundo. El existente humano ocupa un lugar especial en la cosmología de Ficino, pues es el único ser del mundo sublunar que puede prepararse y captar los dones de las esferas celestes, tratándose de un reflejo del macrocosmos, es decir, considerando al humano como un microcosmos.
El humano como microcosmos. Antropología y astrología
Como anticipamos en el apartado anterior, Ficino concibe al humano como microcosmos, como si se tratase de un pequeño resumen del universo todo. Así como la estructura del cosmos es pensada al modo de un organismo vivo con cuerpo y alma entrelazados por el espíritu, también lo será la composición humana: “Hay en nosotros, por cierto, tres partes: el alma, el espíritu y el cuerpo. El alma y el cuerpo, muy diferentes el uno del otro por naturaleza, están unidos por un intermediario, el espíritu, que es un vapor muy fino y transparente”14.
De estas tres partes que componen al ser humano, es el alma la preponderante, puesto que ella es inmaterial, inmortal y la que está posibilitada de alcanzar la verdad15. Pero, como en la tradición precedente, no es el alma toda sino una parte de ella la que permite el contacto del alma humana con el alma del mundo y su aspecto divino: habrá una división a partir de las facultades del alma, donde se distinguirán16 las más elevadas de la parte vegetativa del alma. La parte del alma más elevada es la facultad conocida como mens, definida como “la inteligencia superior, un reducto subjetivo -porque es individual y vinculado al cuerpo- pero abierto a lo incondicionado, que pertenece al mismo género de las inteligencias superiores”17. Debajo de la mens encontramos la ratio, cuya función es recibir las Ideas de parte de la mens y a la cual tiene determinados accesos. La actividad libre es asignada a la ratio, que se encuentra dividida, a su vez, en ratio aestimativa (aplica los principios generales a situaciones concretas), la ratio cogitativa (símil a la fantasía), la ratio intelectualis (la cual se ejercita en inferencias). También se la presenta como el “alma del alma”, un núcleo que integra y atiende las demás facultades del alma.
A continuación, se encuentra el idolum, “imagen sensible del alma dotada de razón”18 dividido en fantasía e imaginación. De ellas dependen las funciones sensitivas, tales como los sentidos, la imaginación asociativa, la imaginación creativa, etc. Por último, la parte del humano más distante de la mens es la porción del alma vegetativa, la cual es compartida con el resto de los seres vivos que conforman el universo. La razón por la cual ésta es la parte más mundana del alma y la mens la más elevada y perfecta la da Ficino, pues:
La vida de los animales es más perfecta que la de las plantas, porque en ellos se da una complexión más alejada de la lucha entre los contrarios. Y por esta misma razón, es aún más perfecta, y en cierto modo casi celeste, en los seres humanos. Precisamente porque la complexión humana se acerca ya al equilibrio (temperantia) celeste, sobre todo en el espíritu, que, además de la sutileza de su sustancia y del equilibrio de sus cualidades, por las que concuerda con el cielo, ha recibido también la luz celeste. Y cuando el espíritu consigue esta calidad en un grado máximo, ha alcanzado ya a la vez el sumo grado celeste y ha obtenido de Dios la vida celestial con mucha mayor plenitud que ningún otro ser19.
Notamos que la mens es “casi celeste” en tanto facultad de la inteligencia superior, aquella parte del alma que puede recibir la luz celeste que proviene del cosmos y, en última instancia, de Dios.Que la estructura humana se acerque el “equilibrio celeste” del macrocosmos vuelva a dejar en claro la relación de macrocosmos/microcosmos establecida a partir de la filosofía ficiniana. Si bien es cierto que, en tanto platónico, Ficino pone especial énfasis en el alma humana, también debemos recordar que es un filósofo en medio de un mundo atravesado por el Humanismo renacentista, donde aparece una nueva concepción del ser humano que intenta dar al cuerpo un nuevo rol, como se podría ver también en la obra de Pico Della Mirandola. Es así como leemos en un pasaje del De Amore que “... el hombre sólo es el alma; el cuerpo humano no es sino su obra y su instrumento”20, con lo que queremos rescatar la tarea y función del cuerpo. Más allá de la relevante importancia del alma, tanto ésta como el cuerpo hacen al humano en conjunto con el espíritu y pueden enfermar y sufrir.
El espíritu21, ese cuerpo sutilísimo, es también “nudo del cuerpo y el alma”; un vahído cálido que se difunde desde el corazón a todo el cuerpo mediante el flujo sanguíneo, manteniendo en comunión alma y cuerpo. Como mencionamos anteriormente, hay ciertos tipos de espíritus en tanto que debemos entenderlos como “prolongación de las funciones inferiores del alma” contamos, pues, con un spiritusnaturalis22, un spiritusvitalis23 y un spiritusanimalis24. Como vehículo del alma, el espíritu humano se halla en relación con el spiritus cósmico presente en el universo: ambos tienen por tarea vivificar el cuerpo al servirse del alma. Guardemos especial atención en lo que refiere al spiritus cósmico, porque no solo da cuenta del humano como microcosmos, sino que también nos conduce a la influencia de los astros, tema que retomaremos al hablar de la melancolía. Por ahora leemos que:
El alma del hombre, a causa del cuerpo terreno, perturbada (pulsare) de algún modo por cada agitación de cada uno de los cuerpos, toma ella misma a su cargo (assumere) por medio de los sentidos estas similitudes de las ideas infectadas por la materia del mundo, las reúne mediante la fantasía, las purifica y las eleva por medio de la ratio, y las vincula por fin con las ideas universales de la mens. Así, aquel rayo celeste que descendió fluyendo hasta lo más bajo, refluye a lo sublime […] el alma del hombre restituye el mundo que estaba trastocado pues con su tarea (munus) el mundo, antes espiritual y que se había hecho corpóreo, se purifica sin cesar y día a día se espiritualiza25
A partir de la concepción del cosmos como un organismo vivo y unificado se considera que todos los seres que lo componen están, de una u otra forma, vinculados entre sí por la propia conformación del universo. De este modo, cada ser se ve influenciado por los astros y demás cuerpos celestes, recayendo esta influencia de manera particular en los humanos puesto que son seres a quienes Dios ha otorgado el libre arbitrio26. Hay una posibilidad de que “el rayo celeste que descendió” refluya a lo sublime, aceptando el tutelaje de la casa astral correspondiente. Nos encontramos, pues, con que la astrología propuesta por Ficino guarda una relación estrecha con su visión antropológica, vínculo que también se hará extensivo a las prácticas medicinales.
Ficino parte de la teoría de los cuatro humores, cuyo origen está en la filosofía y medicina antiguas, aceptada desde entonces hasta incluso más allá de su época, para encargarse en el De Vita de los aspectos médicos y espirituales que atañen al mal denominado “melancolía”27. Allí recuerda al lector que la salud, la verdadera salud, no se consigue siguiendo las enseñanzas de Sócrates o las prescripciones de Hipócrates, sino que es solo asegurada por “aquel que exclama: (...) Yo soy el camino, la verdad y la vida”28.
Podemos preguntarnos por qué antes de hablar de la melancolía y las formas de protegernos de ella Ficino se refiere a Dios en la persona del Hijo, recordando que solo Él concede la salud y el descanso verdaderos. ¿Acaso tan peligroso puede llegar a ser este temperamento que es necesario recordar al Creador mismo? ¿La preeminencia de este humor por sobre el resto puede ser tan dañino para los humanos? Ya Hipócrates y Demócrito se habían preocupado por este mal, pues consideraban la “bilis negra” como un humor perjudicial, frío, seco, “como el más desafortunado, desgraciado y temible, advirtiéndose muy especialmente de los peligros que puede ocasionar un aumento de la bilis negra”29. Tempranamente se consideró a la melancolía como un humor relacionado con la tristeza, la miseria, la debilidad; como el temperamento culpable de las más profundas desdichas y pesares que podía conducir al alma humana a los abismos más oscuros de la existencia, haciendo perder de vista el lugar privilegiado del humano en el cosmos. En última instancia la melancolía podía llegar a consumir a quien la padeciera, alejando el alma del padeciente de la vida eterna prometida por Dios.
Los primeros estudios de este mal, que conducía a un pesimismo casi irremediable, no tardaron mucho en confundir o mezclar el humor melancólico con una enfermedad homónima, la cual tenía su causa en el mismo exceso de bilis negra que confería a los humanos tal condición. El temperamento que hacía de los melancólicos seres perturbados no escapaba de las consideraciones astrológicas que lo presentaban como hijo de Saturno. Hecho que no se perdió de vista cuando se comenzó a entender y estudiar la melancolía como una enfermedad “real” y ya no como mero temperamento, tratándose de un mal temido desde la época Clásica; dado que sus males corporales no tardaban en hacer aparecer dolencias mentales y espirituales30.
Ahora bien, el interés de Marsilio en la melancolía comienza en el tratamiento de su propia persona, pues él mismo era un melancólico, un hijo del infausto Saturno. Mientras que en el primer libro del De Vita nos aconseja, como buen médico, cuidados para la salud, en el tercer libro dará indicaciones para lograr la correcta influencia del astro saturnino mediante los conocimientos heredados de la magia natural neoplatónica.
Ficino menciona tres causas de la melancolía, a saber: celeste, natural y humana. La primera, la celeste, se debe al ya mencionado influjo de Saturno. Este astro se encuentra lo suficientemente lejos del sol como para recibir su luz y calor, por lo que la naturaleza de quienes hayan nacido bajo su égida será fría y seca. La segunda causa, la natural, tiene relación con el aislamiento y la reclusión interior, “como desde la periferia al centro”, manteniéndose fijo en este centro como si de tierra se tratase. La tercera causa es la humana, en la cual los espíritus abandonan el estómago y el hígado para subir al cerebro, resecando gran parte del cuerpo; dado que el espíritu de estos humanos se encuentra abocado a tareas intelectuales, hace que el cerebro se consuma en un exceso de bilis negra31.
Notamos que no solo los nacidos bajo el don de Saturno tienen una predisposición melancólica, sino también aquellos que se ocupan de las tareas contemplativas e intelectuales. Tomando la responsabilidad de ser el médico del que carecen32 los hombres de letras, Ficino les recomienda “... cuidar, ante todo, el cerebro, el corazón, el hígado y el estómago, con el mismo esmero con que los corredores cuidan sus piernas”33. La bilis negra es un mal que ataca a los hombres de letras, en particular a los filósofos34, al ser la secreción más abundante.
No obstante, este mal puede ser tratado atendiendo a los dones celestes que nos son propios. Ficino nos dice que: “Lo único que hace falta es que cada cual se dirija al miembro celeste a quien está sometido de manera especial”35. La relación de la melancolía y Saturno es clara en ciertas tareas, las cuales Ficino enumera en el tercer libro del De Vita:
A través, pues, del distanciamiento respecto de las cosas humanas, a través del ocio, la soledad, la constancia, a través de la teología y la filosofía más secreta, de la superstición, la magia, la agricultura, a través de la tristeza, finalizamos bajo el dominio de Saturno36.
El genio, incluidos los filósofos clásicos, deben su excepcionalidad a su condición de melancólicos. ¿Pero cómo es que un humor asociado a los males, las tristezas y depresiones también podría constituir a la personalidad excepcional o genial? ¿Acaso llegando a los peligrosos límites de la melancolía, antes de caer por el abismo de la locura, es posible encauzar este mal para lograr sacar provecho de éste? La propuesta de Ficino consiste en rescatar un aspecto de este tan aciago humor para revalorizar la singularidad espiritual que puede alcanzar el melancólico, en comunión con el macrocosmos. Pero para llevar adelante esta tarea “Debe tenerse el valor necesario para investigar, con la ayuda de Dios”37. Ficino, tras mencionar las tres causas de melancolía, divide a esta en dos clases para comprenderla mejor. Por un lado, estará la melancolía natural y por otro la adusta,, de las cuales solo la primera tendrá un aspecto positivo para Ficino (aún con recaudos), mientras que la adusta será asociada a los males y enfermedades. La melancolía adusta es producto de un recalentamiento de la sangre y:
... la melancolía que nace de un recalentamiento es perjudicial para la capacidad de juicio y para la sabiduría. Pues, en efecto, cuando el humor se enciende y arde, suele producir aquella excitación o aquel delirio que los griegos llaman manía y nosotros furor. Pero cuando se extingue (...) provoca aturdimiento y entontecimiento. Y a esta disposición del ánimo se la llama propiamente melancolía, demencia o locura38
Mientras que la melancolía natural “nos resulta provechosa para la adquisición del juicio y de la sabiduría, y aun entonces no siempre”39 Esta melancolía natural, en una medida justa y siendo sutilísima, es la que abre las puertas de la excepcionalidad, por lo que tendrá una connotación favorable en relación con la adusta. La proximidad establecida entre el estado melancólico y el ingenio sobresaliente de quienes la padecen encuentra un correlato con la causa celeste, anteriormente mencionada, de la melancolía: Saturno. Ficino nos dice al respecto que:
El más encumbrado de los planetas, eleva a quien le busca a la contemplación de las cosas más sublimes. Por este motivo, los filósofos finalizan con el ser singular, especialmente cuando su alma, así alejada de los movimientos externos y del propio cuerpo, se acerca lo máximo posible a las cosas divinas y se convierte casi en su instrumento40
Con esto, el florentino quiere decir que los filósofos se olvidan de sus cuerpos en pos de la contemplación de lo trascendental para ser instrumentos de estas “cosas divinas”.También es necesario mencionar otro tipo de melancolía que no es tratada en DeVita, pero sí en De Amore, en donde se considera “que el amor era una enfermedad vecina a la melancolía”41. En el afán amoroso donde el amante busca retener el objeto amado que está destinado a ser contemplado es que el alma del amante es “arrastrada hacia la imagen del amado grabada en la fantasía” hasta el punto en que:
El cuerpo se reseca y enflaquece y los amantes se ponen melancólicos. De esta sangre seca, espesa y negra se produce la melancolía, esto es, la bilis negra, que llena la cabeza con sus vapores, deseca el cerebro y no cesa, día y noche, de turbar el alma con visiones tétricas y horrendas. Es lo que ocurrió por amor, se dice, al filósofo epicúreo Lucrecio, quien, atormentado primero por el amor, luego por la locura, acabó por matarse con sus propias manos42
En la primera parte de su De Vita, Ficino da advertencias médicas para alejar la melancolía nociva con el fin de alimentar la bilis “cándida” y lograr templar la bilis negra, evitando así el desequilibrio humoral que despierte enfermedades indeseadas. Señala la presencia de “tres monstruos” que los hombres de letras deben evitar en cualquier circunstancia, a saber: el coito que “desborda las propias fuerzas”, ya que éste “seca inmediatamente los espíritus, sobre todo los más sutiles, debilita el cerebro y daña el estómago y las partes situadas en torno al corazón”43(Ficino, Tres libros sobre la vida, 2006, pág. 31), aludiendo a la tradición hipocrática que compara el coito con la epilepsia; dicho monstruo es incitado por la Venus celeste. El segundo monstruo, alimentado por Baco, es el exceso de vino y comida que producen una embriaguez que llena de malos vapores el cerebro y también produce malas digestiones. El tercer monstruo es aquel que lleva a las personas a “prolongar con frecuencia las vigilas hasta altas horas de la noche, sobre todo después de la cena, de modo que luego se hace preciso dormir hasta muchos después de la salida del Sol”44, por lo que Ficino aconseja dedicar el día al estudio y la noche al sueño, pues “cuando sobreviene la noche, se alzan con el predominio la melancolía más densa y más fría y la pituita”45.
Esto en lo que a la salud corpórea respecta, más la condición de melancólico puede ser aprovechada por quien la padece al encauzar su filiación astral: los hijos de Saturno están llamados a ser seres excepcionales, por lo que tal ingenio puede despertar al conducirse con diligencia a tal astro. He aquí la propuesta de Ficino: ese ser celeste que tan emparentado con las desgracias y males, el infausto Saturno, puede ser también un astro noble y enriquecedor para los melancólicos una vez que se hayan colocado bajo la luz de su regente, consiguiendo así un grado de contemplación del cosmos en verdad particular. Hijos de Saturno serán, pues, no solo aquellos que hayan nacido bajo su carta astral sino también todos aquellos que se dediquen a estudios contemplativos, tales como las letras o la filosofía. De la misma manera en que el alma está expuesta a las influencias de los planetas, ella misma puede inclinarse hacia otros intereses y allí buscar los dones celestes prestados por un astro distinto al de su nacimiento; es decir, hay hijos de Saturno “naturales” (horóscopo) o por “elección” (actividad intelectual) Es así como Ficino nos da, en el tercer libro del De Vita, prescripciones para conseguir el favor de los astros. En lo que ahora respecta nos ocuparemos de cómo acaecer en la virtud de Saturno, y cómo transformar su influencia casi maligna en algo provechoso: por esta razón el tercer libro del De Vita lleva el título de “Cómo acrecer la vida en virtud de los astros”46.
Al hablar de Saturno nos referimos a este como un astro aciago, pero también conservamos la posibilidad de rescatar su aspecto noble. Hay cierta bipolaridad en Saturno que lo vuelve un astro peligroso y de mucho cuidado, pero Ficino les aconseja a los hijos de este astro, hermanos suyos, no tratar de escapar de sus rayos sino acercarse a estos con buena predisposición. Sin perder de vista los cuidados para la salud del cuerpo que ya nos ha enunciado podemos acercarnos a Saturno amistosamente para gozar de beneficios en el alma que, a priori, no parecerían propiciados por Saturno. Aceptando su protección el alma humana no será oprimida por las cadenas de la tristeza o la melancolía dañina que tratamos de evitar, sino que acrecentará su actividad contemplativa e intelectual de una manera beneficiosa.
Y, en fin, la mente contemplativa, en la medida en que se separa no sólo de las cosas que sentimos, sino también de aquellas otras que, de ordinario, y a tenor de los hábitos humanos, imaginamos y razonamos, y se retira con el afecto, la concentración y la vida a las cosas separadas, se expone en cierto modo a Saturno. Sólo a esto Saturno es propicio47.
Ficino no solo hace confluir la teoría platónica y aristotélica en lo que a melancolía respecta, sino que también reivindica este humor a partir de la ambivalencia saturnina: ante los aspectos puramente negativos de la melancolía Ficino agrega consideraciones positivas de la misma. Ya hemos mencionado la excepcionalidad del genio melancólico y su predisposición a sobresalir en tareas intelectuales, no obstante, no debemos obviar su particular elevación a lo sublime que hay en el cosmos. Los saturninos pueden cultivar su espíritu de manera tal que, mediante la contemplación48 y la superioridad del espíritu, puedan alcanzar una comunión con el macrocosmos, con el aspecto divino que conforma el universo todo y, en última instancia, con el mismo Amor de Dios. De esta manera insta a no temer a Saturno, sino abrazar su égida celeste. Leemos:
Tú, por tu parte, no pases por alto el poder de Saturno. Es de hecho el más poderoso de todos los planetas. Los planetas sufren las influencias de los cuerpos celestes a los que se aproxima. Ahora bien, ocurre que todo se aproximan a Saturno, más que a la inversa, y los planetas que están en conjunción con él actúan según la naturaleza humana (…) Y aunque es verdad que la mayoría de los hombres le temen muchísimo porque es ajeno a la vida social humana, creen, sin embargo, que es benévolo incluso con este estilo de vida si, cuando está dotado de muchísimo poder y autoridad en el ascendente, mira favorablemente a su Júpiter o lo acoge benévolo en sus confines49.
Abrazando la estela que Saturno refleja a través de sus rayos celestes los humanos pueden encontrarse a sí mismos sobresaliendo en las letras, las artes, la filosofía y las actividades de inventiva e ingenio, ya que Saturno los eleva a la materia sublime del universo a través de la mens, la parte más elevada del alma, cancelando los efectos malignos de la bilis negra. Ficino nos dice que “Cuando la profesión concuerda con la naturaleza, nos asisten dos demonios casi idénticos, o en todo caso, muy parecidos, y entonces nuestra existencia es más conforme consigo misma y más tranquila”50. También dice que:
Todo el que ha nacido sano de mente y dueño de sí, está naturalmente encauzado por el cielo a una actividad y a un género de vida honrado y honorable. Quien desee, pues, tener al cielo propicio, debe dedicarse específicamente a esta actividad y asumir este estilo de vida y llevarlo adelante con celo, pues el cielo se mostrará favorablemente a sus empresas (…) Esto es sin duda aquello para lo que el cielo y el regidor del cielo te han engendrado51
A su vez hay otras formas de acrecentar la virtud de los astros en la vida de cada uno, para así conseguir dicha y longevidad; tales como la creación o forja de anillos, cruces o el mero uso de determinadas piedras y talismanes que guardan dentro de sí beneficios de índole celeste, por estar emparentadas a tal o cual astro52.
Pero el vuelo mayor hacia lo divino ocurrirá cuando el melancólico, aceptando su filiación saturnina, pase no de padeciente a genio, sino de genio a mago53. He aquí la mayor glorificación que Ficino realiza de Saturno, aún en la ambigüedad del astro; poniendo a Plotino como autoridad para decir esto. El carácter singular y apartado del mundo del melancólico, una vez contando con el auspicio de Saturno devela las capacidades de la mens para el acceso al aspecto divino del universo: este mago será quién comprenda y logre captar los dones celestes, interpretando a su vez los caminos que Dios, en la persona del Hijo, ha dado a la humanidad y por la cual está puede salvar su cuerpo y alma a la vez.
En el recorrido trazado hasta aquí se ha dado cuenta, brevemente, de la cosmovisión que Ficino ha teorizado, visión impregnada de una fuerte herencia neoplatónica con rastros de otros autores que conforman la Prisca theologia, en un marco teórico cristiano. El universo vivo, entendido como un gran animal susceptible de los rayos provenientes de los astros y comunicado entre sus múltiples componentes busca la armonía celestial en pos de la que fue creado por Dios.
Dicha armonía debe ser buscada por el existente humano, reflejo del macrocosmos, creatura hecha a imagen y semejanza de Dios, susceptiblede su espíritu y de las influencias y el poder de los astros. No obstante, la libertad es uno de los atributos particulares que el Creador ha dado a los humanos y la cual permite exponerse a los rayos provenientes de los astros o buscar el padrinaje de un astro distinto al que fue designado. La antropología precisada por Ficino no puede desentenderse de la cuestión astrológica debido a esta concordancia ontológica del alma humana con el Espíritu del Mundo, afectando, de manera sutil, no solo el alma sino también el cuerpo de cada humano. Ficino, filósofo, médico y sacerdote, se sirve entonces del calendario astronómico para sacar provecho de los influjos celestes y así poder curar almas y cuerpos afectados por los males del desequilibrio humoral, en especial del desequilibrio melancólico.
La preeminencia de la bilis negra en el cuerpo y la carta natal saturnina conducían a la fatalidad, la desesperación y profundas depresiones que dañaban alma y cuerpo al unísono, volviendo al melancólico un completo desdichado con una gran dificultad para llevar a cabo tareas cotidianas y de cualquier tipo. Y si bien, como ya se ha dicho, la excepcionalidad y el genio eran asociados al humor melancólico desde los pseudo aristotélicos es recién a partir del Renacimiento que dicha tesis, en sintonía al furor divino heredado de Platón, la melancolía pasa a tener un aspecto positivo. Saturno, ese astro tan deplorable y de cuidado, ahora puede ser un amigo para quien se dedique a las letras y con suma diligencia y fervor abrace al planeta: Saturno, actuando ya con una actitud nobilísima, puede rescatar a los humanos de las desdichas perpetuas para elevarlos por sobre cualquier otra de sus posibilidades, dejando atrás agonías y desgarraduras del alma. Esta nueva concepción del melancólico como posible genio en las artes o con un carácter extraordinario para las tareas tanto intelectuales como contemplativas primó a partir del Renacimiento gracias a la propuesta de Ficino, a tal punto que en el siglo XVI, una verdadera ola de conducta melancólica invadió Europa, para luego ser retomada por PicoDella Mirandolla y más tarde durante la Modernidad54. El que era así un astro que podía empujar el alma a abismos infernales pasó a ser el propio remedio contra la malignidad del hado, puesto que “Saturno no es apto ni para los negocios civiles ni para las acciones bélicas, sino para la contemplación”55; acercando, contra los pronósticos anteriores, el alma del humano al alma del mundo y, con ello, a Dios mismo.
Fecha de Recepción: 15/04/2021 Fecha de Aceptación: 06/03/2022
1. Agamben, G. Estancias, trad. T. Segovia, Madrid, Pre Textos, 2016, p. 38.
2. Burton, R. Anatomía de la melancolía, trad. P. Maurette, Buenos Aires, Winograd, 2016, p. 53.
3. Ficino, M. De amore, comentario al Banquete de Platón, trad. Ruiz Díaz, Buenos Aires, Las Cuarenta, 2016, p. 153.,
4. Paul, A. M., “El concepto de la melancolía en Marsilio Ficino”, Eikasia: Revista de filosofía, n° 57, 2014, pp. 173-186.
5. Ficino, M. Tres libros sobre la vida, trad. Ruiz Díaz, Madrid, AEN, 2006, p.25
6. “Que este universo es como un animal ya que está animado de una manera mucho más intensa es algo que demuestran no sólo los razonamientos platónicos sino también el testimonio de los astrólogos árabes” (Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 96).
7. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 96.
8. Ibíd., p. 97.
9. “Así el alma del mundo se endereza hacia la inteligencia y hacia Dios que la ha engendrado, y habiendo sido primero algo informe y caótica dirigida por el Amor hacia la inteligencia se hace mundo por las formas recibidas de ella. No de otro modo sucede con la materia de este mundo, la cual habiendo sido en un principio caos informe que yacía sin el ornamento de las formas es llevada inmediatamente por su amor ingénito hacia el alma y se somete obediente a ella y gracias a este amor que concilia materia y alma recibe de ésta el ornamento de todas las formas que se ven en el mundo y de caos que se transforma en mundo” (Ficino M., De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 46) y “El alma del mundo tiene en sí, por poder divino, las razones seminales de las cosas, al menos cuantas son las ideas en la mente divina, y por medio de estas razones fabrica otras tantas especias en la materia” (Ficino M. , Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 90)
10. Ficino M. , Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 98.
11. “Platón estima que la máquina entera de este mundo está regida y movida por un alma, porque el cuerpo del mundo en su conjunto es un compuesto de la totalidad de los cuatro elementos, cuyas partículas son los cuerpos de todos los seres animados” (Ficino M. , De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 135)
12. “El cuerpo de todo animal, por pequeño que sea, es una parcela del cuerpo del mundo” ((Ficino M., De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 135)
13. “Como quiera que el cielo está constituido según una ley de armonía y se mueve armónicamente (…) es normal que no solo los hombres, sino todas las cosas de aquí abajo estén dispuestas en función de la armonía, y de ella sola, a captar las influencias en la medida de sus posibilidades” (Ficino M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 99)
14. Ficino, M., De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 142.
15. “Si comprende, es que el alma por sí misma, sin ningún órgano corporal alcanza la verdad” (Ficino M., De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 90).
16. “Es manifiesto para cualquiera que, de las seis virtudes del alma, tres pertenecen más al cuerpo y a la materia –el tacto, el gusto y el olfato- mientras que las otras tres –la razón, la vida y el oído- al espíritu”. (De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 104)
17. Díaz Urmenta, J., “El potencial liberador de la imagen”, Cuadernos de Vico , n°8, 2004/2005, p. 7.
18. Ibid., p. 8.
19. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 145.
20. Ficino, M., De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 90.
21. “El espíritu, que los médicos han definido como vapor de la sangre, puro, sutil, cálido y claro. Generado por el calor mismo del corazón, que lo extrae de la parte más sutil de la sangre, vuela al cerebro y allí se sirve de descanso el alma para mover los sentidos, tanto los internos como los externos” (Ficino M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 25)
22. “Ocupado de la nutrición, el crecimiento y la reproducción” (Díaz Urmenta, J., op. cit., p. 11)
23. “Se relaciona con la emoción y las pasiones” (Díaz Urmenta, J., op. cit., p. 11)
24. Ficino M. , Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 101 “Definido como ´instrumento de los sentidos´ y al que se considera creación del alma sensitiva, el ídolo” (Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 41).
25. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 43.
26. Aquí vuelve a cobrar importancia la mens, propia del existente humano: “Solo las facultades inferiores del hombre estaban hasta cierto punto sujetas a la influencia de las cualidades astrales; las facultades del alma, en particular la mens, eran esencialmente libres” (Klibansky, R., Panofsky, E. & Saxl, F., Saturno y la melancolía , trad. Balseiro, Madrid, Alianza, 2004, p. 260)
27.
28. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 23.
29. Burton, R. Anatomía de la melancolía, op. cit., p. 55.
30. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 23.
31. “Ficino responde diciendo que ´tres son las causas por las que los estudiosos son o devienen melancólicos´: 1°) porque la contemplación intelectual está gobernada por Saturno, planeta frío y seco y por tanto otorga estas cualidades (la melancolía) a los intelectuales; 2°) porque el trabajo intelectual exige aislamiento, abstracción y concentración, características vinculadas con el movimiento de la Tierra hacia el centro; y la melancolía es ´terrosa´; 3°) la contemplación intelectual gasta spiritus y por ello sangre, hace que se olviden y descuiden las funciones alimenticia y digestiva generándose una mala situación humoral en el organismo, de la cual surgen los terribles fantasmas interiores que azotan al melancólico”, (Granada, M., “Amor, spiritus, melancolía”, Faventia, n°, 1984, p. 67)
32. “A los estudiosos de las letras ahora sólo les falta un médico que tienda la mano durante el camino y ayude con consejos saludables y con medicinas a quienes no han sido abandonados ni por el cielo ni por su espíritu ni por el padre de familia ni por el preceptor” (Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 24)
33. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. p. 68.
34. “Pero de entre todos los hombres de letras, están sobre todo oprimidos por la bilis negra aquellos que, entregados con pasión a la filosofía, apartan su mente del cuerpo y de las cosas corpóreas y las unen a las incorpóreas” (Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 27).
35. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 93.
36. Ibid., p. 95.
37. Ibid., p. 87.
38. Ibid., p. 28.
39. Ibid., p. 29.
40. Ibid., p. 30.
41. Ficino, M., De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 153.
42. Ibid., p 154.
43. Ficino, M, Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 31.
44. Ibid., p. 32
45. Ibid.,
46. Ibid., p. 87.
47. Ibid., p. 154.
48. “Saturno a través de los demonios saturninos fortifica el don de la contemplación” (Ficino, M., De amore, comentario al Banquete de Platón, op. cit., p. 139)
49. Ibid., p. 155.
50. Ibid., p. 159.
51. Ibid., p. 157.
52. En el tercer libro del De Vita, Ficino menciona la posibilidad de atraer el influjo de los astros, disuelto por todo el cosmos, mediante objetos que guardan dentro de sí (debido a su propia conformación) con mayores grados dichos rayos celestes. Usar estos objetos transferiría los bienes de los astros a sus portadores, siendo un nivel menor de magia blanca (ya que se develan las propiedades ocultas de piedras y metales). La fabricación de anillos de oro o plata durante la aparición de la luna en el cenit o el uso de piedras como la esmeralda, el zafiro, los rubíes o incluso los cuernos de unicornios pueden absorber los bienes del alma del mundo y así brindar los bienes a quienes luzcan estas piedras.
53. “El hombre hermético, criatura excepcional, devenía, así, el hombre mago: aquel ser capaz de hacer converger en su persona, utilizándolas, todas las fuerzas del universo. El hombre mago es capaz de asimilar la capacidad creativa de la divinidad y de capturar los influjos, dones y beneficios celestes de los astros fastos, gracias a su profundo conocimiento de las correspondencias y de los vínculos existentes entre los distintos planos de una realidad donde las imágenes celestes son signos y no causas, explicitaciones de los conceptos divinos, símbolos de la armonía del mundo”. (Rius, R., De la melancoía y la inspiración, Pamplona, Paisajes, 1987, p. 38)
54. “Es justamente esta mirada que ofrece Ficino sobre la melancolía la que ingresa en el siglo XV, trasciende las fronteras de la filosofía hasta el arte y penetra en la Modernidad permitiendo discutir la obra de Ficino en un contexto más amplio que el renacentista”, (Paul, A., op. cit., p. 185).
55. Ficino, M., Tres libros sobre la vida, op. cit., p. 156)