Voces ocultas: Existencia y vulnerabilidad en la producción cultural de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIAV) de la Amazonía de Ecuador

Carolina Zambrano Rosado*

Aunque su existencia es evanescente y para el Estado sólo existen nominalmente, sus voces ocultas se manifiestan de formas diversas. Los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIAV) de Ecuador decidieron adentrarse voluntariamente en la profunda selva cuando los cristianos fueron a colonizar en 1958. Desde entonces han tenido que sobrevivir a la expansión petrolera y al extractivismo que destruye su territorio. La OEA describe a los Tagaeri-Taromenani de la Amazonía de Ecuador como “pueblos indígenas en aislamiento voluntario (PIAV) que han optado por vivir sin mantener contacto con la población mayoritaria”. Dice que son conocidos como pueblos ecosistémicos porque viven en estricta relación de dependencia con su entorno ecológico. Estos pueblos se movilizan de forma estacional en un territorio amplio donde recolectan alimentos y cazan. La OEA dice que, debido a esta estricta dependencia con el ecosistema, cualquier cambio en el hábitat natural puede perjudicar tanto la supervivencia física de sus miembros y como pueblo indígena en sí.

Si bien la concepción “aislamiento voluntario” reconoce su decisión de mantener una condición de autarquía social la realidad es que estos pueblos son también desplazados de forma forzada por un sistema que los acorrala y que amenaza cada vez más su integridad. Este ensayo pone de manifiesto algunas de sus expresiones simbólicas que se han encontrado en el territorio por donde se movilizan, objetos, símbolos y códigos que, contrarios a la idea de no-contacto, dan cuentan de una cosmovivencia y construcción cultural dinámica en relación con agentes externos y en constante vulnerabilidad.

Collar Tagaeri-Taromenani obtenido en 2003 como trofeo de guerra después de una matanza ejecutada por la comunidad Tiwino de nacionalidad waorani. El collar está finamente diseñado y elaborado con residuos de basura de las petroleras, plástico tallado en piezas de tejido, botellas de Ketchup o bebidas como Coca Cola, dientes de cierre de Blue Jean, placas de plástico identitarias de las petroleras, dientes de mono y Huangana, una placa de metal perteneciente a Petrobras, entre otros elementos. Shell 2019.

Comunidad de Tiwino en 2017, una de las más afectadas por la expansión petrolera y sus avances “desarrollistas”

Según el Grupo de Trabajo Internacional de Protección de Pueblos Indígenas en Situación de Aislamiento y Contacto Inicial (GTI-PIACI) en 8 países de América del Sur existen 66 pueblos indígenas en aislamiento confirmados y 119 pueblos indígenas en aislamiento por confirmar.

Omatuki fue una chica Tagaeri-Taromenani secuestrada en 1993 por un clan Waorani de Tiwino, fue devuelta a los 23 días.

Sitio donde meses antes de que comenzara la cuarentena por la pandemia de COVID-19 un grupo Tagaeri-Taromenani dejó como señal territorial y advertencia una cuerda de bejuco atada y dos lanzas cruzadas, tapando la entrada del camino que conducía a la cacería en la comunidad de Tiwino. La familia de Omeñía Ima no pudo abastecerse de la selva durante toda la pandemia por miedo a los conflictos territoriales que terminan en matanzas. Tiwino 2021

Cuerda de bejuco atada en el camino que lleva a la cacería de la familia Ima. Tiwino 2021

Para la socióloga Kati Álvarez “los contactos entre waorani y PIAV han existido de manera intermitente y sostenida a lo largo de los años, de estos contactos, los que son pacíficos no dejan de ser tensos, y los que terminan en matanzas casi siempre se dan por presión, ante la apertura de vías, excavaciones de pozos petroleros y extracción por parte de madereros.”

Tapare Huani es una mujer waorani que vive con su esposo y sus hijos en Boanamo, una comunidad en la orilla del río Shiripuno, en el Parque Nacional Yasuní, en la provincia de Orellana. En 2016, su hijo Caiga fue lanceado por un grupo de Taromenani mientras navegaba junto a su esposa Tweñeme por el río Shiripuno. Ella sobrevivió luego de avanzar herida hasta la casa y ser trasladada de emergencia al hospital de El Coca, la capital de la provincia, en un helicóptero de las Fuerzas Armadas. Caiga murió y fue trasladado a su comunidad, Boanamo, luego de que su familia encontrara su cuerpo lanceado en la playa. Esta es una de las lanzas que se encontró junto al cuerpo. Mide más de tres metros y está decorada con piola de plástico azul y plumas de colores. Boanamo 2017.

El siguiente mapa —elaborado por la Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo (Aldea)— está basado en testimonios de años recientes sobre avistamientos de los pueblos indígenas en aislamiento. Muestra que estos se mueven por fuera de las fronteras imaginarias que el Estado delimitó, ignorando su dinámica de movilidad tradicional que se da de forma estacional y cíclica.

Cortesía: Fundación Aldea

En 2017, la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas oficializó las Directrices de Protección para los Pueblos Indígenas en Aislamiento y en Contacto Inicial de la Región Amazónica, el Gran Chaco y la Región Oriental de Paraguay, que el Estado ecuatoriano debería cumplir. Sin embargo, el Estado ha sido y es acusado de una serie de violaciones a los derechos de estos pueblos y sus territorios.

Por esta razón la CIDH presentó el 30 de septiembre de 2020 ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) el ‘caso 12.979 Pueblos indígenas en aislamiento voluntario Tagaeri y Taromenane’.

Este es el primer caso en la historia de la Corte relativo a pueblos indígenas en aislamiento. Hoy después de casi 17 años de la primera petición en la CIDH y de las audiencias finales estamos a la espera de la sentencia que, entre otras cosas, obligue a ejercer medidas de protección por parte del Estado.

Las historias de los PIAV nos revelan que la colonialidad, eso que nos trajo 1492, nos sigue calando profundo, y que la colonización aún no se ha ido. La colonización existe porque aún existen cuerpos que la modernidad quiere colonizar, cuerpos que se resisten desde hace miles de años a vivir de modos distintos a los nuestros. Estos grupos humanos ocultos son los que han sabido sostener la vida en su conjunto y proteger, en una relación de co-existencia con otros seres vivientes, uno de los territorios más coyunturales para la crisis ecológica hoy: La selva amazónica. Un entramado de vida que nos compete a todos y todas cuidar porque al final, como dicen: lo que le pase nos pasará.

Aunque no conocemos de cerca las dinámicas de los PIAV las piezas obtenidas en las matanzas a lo largo de los años nos dicen algo sobre ellxs pero mucho sobre nosotros. Como diría Rodolfo Kusch: nos dice sobre nuestro afán de inclusión desesperada al mundo occidental para ser alguien, ese ser alguien que se logra obteniendo y consumiendo cosas. El collar hecho con la basura de la expansión petrolera como elemento simbólico de resistencia a los proyectos desarrollistas que atraviesan y fracturan los territorios de vida.

No hay que inventar nuevas fórmulas, ante el fracaso del modelo moderno-occidental que nos está matando en contraste con las cosmovivencias de los pueblos indígenas que habitan miles de años el territorio, nos queda voltear la mirada, o como diría de nuevo Kush: dar ese salto hacia lo embrionario, ese salto hacia atrás pero que adelanta. Adoptar, apoyar y proteger lo que nos queda para reconciliarnos con eso que perdimos.

*Carolina Zambrano Rosado es autora de las fotografías y del texto de este artículo. Es fotógrafa, educadora y artista visual ecuatoriana. Es miembro del colectivo FluxusFoto y cofundadora de "Mujeres Mirando", un proyecto de mujeres interculturales que reúne arte y comunidad en la selva amazónica de Ecuador. Sus intereses y temas rodean la interculturalidad, identidad, naturaleza y ecología. Ha sido ganadora del "Poy Latam" 2023, del “Sony World Photography Awards” 2014 y ganadora de la Beca TOA-GK “Todos los ojos por la Amazonía” 2021. Cuenta con exposiciones colectivas en España, Londres, Argentina, EE.UU. y Ecuador. Actualmente es docente y coordinadora de la carrera de Fotografía en LEXA y está cursando la licenciatura en Arte y Pensamiento Latinoamericano en la UNA, Buenos Aires. Correo: carolinazambrano_90@hotmail.es

Referencias:

Didi-Huberman G. (2915) “Remontajes al tiempo padecido. El ojo en la historia”, Ed. Biblos, Buenos Aires.https://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2020/245.asp

Kusch R. (1976) “Geocultura del hombre americano”, Ed. Fernando García Cambeiro, Buenos Aires.

Revista Ensambles Primavera 2024, año 11, n.21, pp. 145-152
ISSN 2422-5541 [online] ISSN 2422-5444 [impresa]

Carolina Zambrano Rosado

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