María Paula de Büren1
El avance de lo que comúnmente se denomina derechas en Argentina en los últimos años es un fenómeno que ha sorprendido a muchos. No asombra tanto el poder que ejercen, sino el consenso que alcanza el entramado discursivo que las sostiene y la circulación de enunciados que llevan por nombre Escuela Austríaca de Economía. Dentro sus filas suenan voces que remiten a dicha corriente en personajes que convocan a fracciones relevantes de nuestra sociedad.
El trabajo que aquí damos inicio busca presentar desde un abordaje arqueológico algunos elementos que brinden ciertos visos de inteligibilidad en torno a la pregunta que indaga respecto de cuáles son las condiciones que han hecho posible que enunciados formulados en la pequeña Austria de fines del siglo XIX y el siglo XX circulen en la Argentina de nuestros días.
El presente dossier dirige sus esfuerzos a indagar y visibilizar los aportes del pensamiento económico nacional argentino; sin embargo, este escrito dirige su mirada hacía una corriente de pensamiento foránea. ¿Cuál es el objeto de su incorporación entre estas páginas entonces? Acontece que, a pesar del basto pensamiento desarrollado en nuestras tierras y continente, el abordaje vernáculo se silencia, se invisibiliza, se torna difícil de escuchar, aprender y expandir frente al ruido que provocan enunciados difundidos por quienes se encolumnan en escuelas foráneas como las que este trabajo aborda. En tal sentido, el texto al que damos inicio dirige su mirada hacia las condiciones de posibilidad de tal ruido, hacia los elementos que permiten dar cuenta de la factibilidad de su producción, difusión y expansión hacia el territorio local. Para ello, tras hacer explícita la perspectiva epistemológica desde la que nos acercamos a nuestro objeto de estudio, observaremos las condiciones de producción y difusión de los enunciados que llevan por nombre Escuela Austríaca de Economía en sus superficies iniciales de emergencia y centraremos el análisis en algunos elementos que permiten dar cuenta de su circulación en nuestras tierras.
En el campo de la epistemología existen diversas posturas respecto de las formas de abordar el estudio de la ciencia. A grandes rasgos, dice Canguilhem (2009), podemos encontrar dos grandes tradiciones: una anglosajona y otra francesa. La primera, cuyos representantes más destacados encontramos en la figura de Karl Popper y el positivismo lógico, entiende que es posible hacer una historia interna de la ciencia, que ella se caracteriza por progresar de manera lineal y acumulativa, por constituirse en un conjunto sistemático de enunciados afirmativos de carácter verdadero o provisoriamente verdadero y que aquello que explica la vigencia, olvido y circulación de las proposiciones que una teoría produce es su verdad o falsedad. En oposición a la anterior, la tradición francesa, donde encontramos aportes de autores como Gastón Bachelard, Georges Canguilhem y Michel Foucault, considera que no es posible comprender un campo de enunciación si no se tienen en cuenta sus condiciones de producción y sus reglas de aparición, reproducción, desaparición y circulación, lo cual torna imperioso abordar la superficie de emergencia que nutre su existencia.
Siguiendo esta última perspectiva y, más precisamente, las labores de Michel Foucault (2002), entendemos que a la hora de analizar los enunciados que llevan por nombre Escuela Austríaca de Economía es preciso abordar el conjunto de prácticas discursivas y extradiscursivas, posiciones de sujetos, instancias de delimitación y articulaciones estratégicas de las que brotan tales enunciados. Este será el objeto del presente escrito: abordar algunos elementos centrales que permitan dar cuenta de las condiciones de existencia y circulación de dichos enunciados en nuestro territorio.2
Si bien el dossier que nos reúne destina su mirada al pensamiento económico en circulación en el territorio nacional argentino y el presente artículo busca analizar la circulación de una escuela de pensamiento en dichas tierras, sus orígenes son foráneos. Esto torna necesario observar sus condiciones de emergencia en el lugar donde inicialmente adquirieron materialidad antes de abordar su arribo local.
Si nos preguntásemos respecto de espacios que nos permiten dar cuenta de articulaciones estratégicas relevantes de la Escuela Austríaca de Economía (EAE) y que nos den cuenta de su capacidad de expansión en el siglo XX, se torna necesario dirigir nuestra mirada a dos instancias nucleares: la celebración en el año 1938 del Coloquio Walter Lippmann y la inauguración de la hasta ahora vigente Mont Pèlerin Society en el año 1947. Ambas se constituyen en ámbitos centrales de organización política, y la EAE confluye allí con otras escuelas de pensamiento, empresarios, políticos y dueños de medios de comunicación con objeto de dar difusión al entramado discursivo que produce en su seno. Un dispositivo que elabora con objeto de enfrentarse al keynesianismo, el Estado de bienestar y el comunismo bajo el diagnóstico de que la vigencia del ordenamiento mercantil se encuentra amenazado debido a la expansión de determinadas concepciones de la historia e interpretaciones de la realidad. Ambos espacios son liderados por los representantes más reconocidos de la escuela: Friedrich Hayek y Ludwig von Mises. Numerosos autores reconocen esas instancias como los momentos centrales de la organización del movimiento neoliberal a escala mundial (Harvey, 2007 y 2013; Anderson, 2003; Denord, 2002; Laval y Dardot, 2013; Foucault, 2007; De Büren, 2015, Murillo, 2018).
Esta escuela –que reúne a sus miembros con empresarios y políticos de diversos puntos del globo, que ha desplegado centros de difusión a escala global y en cuyos documentos oficiales encontramos mencionado, en sus primeras instancias, el neologismo “neoliberalismo” (De Büren, 2019; Foucault, 2007)– halla algunos de sus orígenes en la obra de Carl Menger, Principios de economía política (1996 [1871]). Un escrito que, a decir de Hayek (1996 [1935]), hubiese quedado en el olvido de no haber sido rescatado por Eugen Böhn Bawerk y Friedrich von Weiser. Sin embargo, como tantas obras que han pasado a la posteridad ennoblecidas como clásicas, la de Menger ha sido escrita en las proximidades de las cortes reales, esto es, en los centros decisores de gobierno.
Respecto de ello, es relevante observar –desde el abordaje aquí desplegado– aquello que Michel Foucault conceptualiza como posición de sujeto, instancias de delimitación y superficie de emergencia, de las que brotan los enunciados que se pronuncian en dicha obra y se hacen circular en su difusión. Carl Menger es elegido por Francisco José I de Austria para dirigir la formación de quien debería suceder su función en el gobierno del devenir del Imperio austrohúngaro, Rudolf, el entonces príncipe heredero de la monarquía Habsburgo, una casa imperial acostumbrada a disputar, dirigir y librar acontecimientos centrales de la geopolítica mundial.
Uno de los sucesos que permiten visibilizar la relevancia política de Austria y los Habsburgo es el rol que ellos desempeñan en todo el proceso de restitución del absolutismo monárquico en Europa tras la caída de Napoleón. Es precisamente la corte Habsburgo, encabezada por el emperador Francisco I de Austria y asesorada por Klemens von Metternich, la que conduce el proceso de restauración monárquica, cristalizado en la celebración del Congreso de Viena (1814-1815) y en la conformación de la Santa Alianza (1815). Acontecimiento, el primero, a partir del cual las familias monárquicas recuperan su preeminencia y Austria sella su predominio respecto del resto de las potencias monarquicas pares; y acuerdo estratégico, el segundo, que une en coalición en su primer momento a las dinastías gobernadas por Federico Guillermo III de Prusia, Alejandro I de Rusia y Francisco I de Austria para, en instancias posteriores, adicionar otras monarquías europeas (Wickenburg, 1964).
Sin embargo, no se restringen al viejo continente los destinos que esta Casa está acostumbrada a disputar. Los Habsburgo ocuparon el trono del Sacro Imperio Romano Germánico desde el año 1438 hasta su disolución en el año 1806 –con una breve interrupción entre los años 1740 y 1745–, y expandieron su regencia a través de una serie de alianzas matrimoniales (Silio, 1969). En el siglo XVI, su dominio alcanza los territorios hoy español y holandés, justo en el momento de mayor expansión colonial de tales espacios. Su influencia sobrepasa las fronteras del viejo continente para intervenir en la expansión de los modos de organizar lo social propios de Europa a otras tierras (Wickenburg, 1964).
Por una parte, lo que hoy denominamos España ha sido gobernado por la Casa de Austria o Casa de Habsburgo desde la proclamación como rey de Carlos I en 1516, hasta la muerte, sin sucesión directa, de Carlos II en el siglo XVIII. Esto, a causa de que previamente Maximiliano I unió en alianza matrimonial a su primogénito y sucesor Felipe I con la heredera de los reyes católicos, Juana I. Tras el fallecimiento de cada uno de sus abuelos, el primogénito de ambos, Carlos I de España o Carlos V del Sacro Imperio Germánico, rige los territorios españoles desde 1516 y los germánicos desde 1519, y dirige –en su regencia– las conquistas del Imperio azteca, encomendada a Hernán Cortés, en cuyos territorios se establece el Virreinato de Nueva España, y del Imperio inca, llevada a cabo por la figura de Francisco Pizarro, en cuyos territorios se establece el Virreinato del Perú, con capital en Lima (Ruiz Ortiz, 2012; Wickenburg, 1964; The worlds of the Habsburgs, 2019, Alonso García, 2009; Silio, 1969).
Por otra parte, la zona de Flandes o los territorios situados en lo que hoy conocemos bajo el nombre de Holanda, para los siglos cercanos a la regencia Habsburgo se constituye en el modelo colonial por excelencia y en el centro de la manufactura textil. La industria flamenca se consolida como el principal factor de tracción de valorización de las tierras inglesas ahora empleadas para el pastoreo de ovejas y la consecuente expulsión poblacional del territorio anglosajón. Flandes se erige en el punto de disputa central de los enfrentamientos entre las monarquías española, francesa e inglesa, que culminan con la Paz de Utrecht, a partir de la cual Inglaterra consolida su monopolio en el comercio de esclavos (Marx, 2008 [1867]; Moro, 2003).
Estos procesos históricos pueden parecer lejanos a la hora de analizar la conformación y el ascenso del proyecto neoliberal. Sin embargo, cobran relevancia cuando reflexionamos en torno a las múltiples capas arqueológicas que atraviesan las corporalidades, los horizontes de enunciación, las posibilidades del ver y del hablar, las prácticas de la dinastía Habsburgo y el entramado político-social que materialmente sostiene las estrategias discursivas y extradiscursivas de un proyecto político que busca imponer en el conjunto del globo – como lo ha caracterizado Susana Murillo (2018)– un nuevo modelo civilizatorio, aquel que sus propios formuladores han dado en llamar “neoliberalismo” (De Büren, 2019), lanzado desde una estructura política, económica, social y familiar, desde las diversas capas arqueológicas que constituyen sus corporalidades individuales y sociales y las diversas alianzas que conforman con objeto de sostener una posición privilegiada en una estructura social global que, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se encuentra en crisis por el largo proceso de decadencia monárquica y el ascenso de las múltiples revueltas obreras. Remitirnos a las prácticas y disputas habsburgas del siglo XVI nos permite relevar continuidades de un entramado de poder asentado en múltiples capas arqueológicas y observar que desde el andamiaje habsburgo y todo lo que este suscita ya han sido proyectados e impuestos procesos civilizatorios de poblaciones y territorios para su gobierno como formas de conducir conductas individuales y colectivas de amplios conglomerados sociales, es decir, como despliegue de lo que Foucault (2007) conceptualiza como arte de gobierno.
Retornando a los momentos próximos a la emergencia de los enunciados que llevan por nombre Principios de economía política (1871) de Menger, considerada posteriormente la obra inaugural de una de las escuelas líderes del movimiento neoliberal, podemos agregar que, si bien el avance bonapartista fracciona los alcances del Sacro Imperio Germánico, Francisco I consigue unir en alianza matrimonial a su hija María Luisa con Napoleón y obtener, de ese modo, supremacía política frente a Rusia. Francisco I es sucedido por Fernando I, quien gobierna entre 1835 y 1848 bajo la supervisión de un consejo encabezado por su hermano Francisco Carlos, Klemens von Metternich y el conde Francisco Antonio Kolowrat. La serie de levantamientos obreros acontecidos en Europa a mediados del siglo XIX –entre los que se destacan la Comuna de París (1848) y las revueltas que en Inglaterra se cristalizan en la declaración del manifiesto comunista (1848)– derivan en Viena en lo que se denomina la “Primavera de los pueblos”, concluyen el proceso de restitución de monarquías absolutistas y dan por finalizada la regencia de Fernando I (Wickenburg, 1964).
Entre 1848 y 1916 asume el trono de Austria su sobrino, Francisco José I, un monarca que, por mandato de Von Metternich, ha sido instruido, desde hace tiempo, para desempeñarse como sucesor de la Corona. Bajo su reinado da inicio la Primera Guerra Mundial, tras el asesinato de su sucesor, el archiduque Francisco Fernando, acaecido en junio de 1914, contienda cuya conclusión implicó la derrota definitiva de las monarquías europeas, el ocaso del Imperio de los Habsburgo, materializado en la disolución del Imperio austrohúngaro, y la emergencia de la República de Austria (ídem).
En tal superficie de emergencia, Carl Menger publica Principios de economía política (1871), un conjunto de enunciados que permiten enfrentar la teoría del valor trabajo y la legitimidad de los levantamientos obreros y los movimientos marxistas que aquella teoría refuerza, e Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales (1883), un escrito que enfrenta los postulados de la Escuela Histórica Alemana y, con ello, el reformismo de los denominados socialistas de sillón (Dobb, 2004 [1973]; De Büren, 2011 y 2020; Karataiev y Rindina, 1965; Hayek, 1996 [1935]). Menger asume en la Universidad de Viena los cargos de privatdozent en 1872 y titular de cátedra en 1879, y es designado tutor del entonces heredero del trono de Francisco José I, el príncipe Rudolf, en el año 1876. Tales son las posiciones de sujeto e instancias de delimitación desde las que son pronunciados aquellos enunciados que Hayek afirma que podrían haber quedado en el olvido de no haber sido rescatados por Friedrich von Weiser y Eugen Böhn Bawerk. Este último retoma los postulados de la teoría del valor trabajo de Menger para desarrollar su Teoría positiva del capital (1889), y con ella enfrentarse a la teoría de la explotación y el plusvalor de Marx.
Böhm-Bawerk fue profesor en la Universidad de Innsbruck y ministro de Hacienda de Viena, y dirigió un seminario destinado a discutir la teoría del valor en la Universidad de Viena. Allí participó Ludwig von Mises, quien inauguró en 1920 un Privat-Seminar en la Cámara de Comercio de Austria, donde dictó clases quincenales a personalidades como Friedrich Hayek y Lionnel Robbins, y desde donde afirmó haber cumplido el rol de ministro de Hacienda de Austria (Von Mises, 2001).
Posteriormente, Friedrich Hayek logra que Lionnel Robbins imponga una nueva significación de inspiración austríaca a la definición disciplinar y lo invite a disertar en la London School of Economics, un espacio donde libra discusión con Maynard Keynes (Kirzner, 2011).
Von Mises consideraba que los destinos del planeta se librarían en los Estados Unidos, probablemente por ello, en la década de 1940, emigra a dichas tierras. Hayek lo seguirá cuando consiga incorporarse en calidad de profesor a la Universidad de Chicago, en el año 1948. En ese proceso, la Escuela Austríaca deja de expandirse en Austria para dar inicio a su divulgación en los Estados Unidos (Cachanosky,1984; Von Mises, 2001; Hartwell, 1995).
En el año 1947, ambos fundan Mont Pèlerin Society, un espacio que articula empresarios, dueños de medios de comunicación, políticos e intelectuales abocados a dar batalla al comunismo y a toda forma de intervención estatal del mercado bajo las premisas de que tales modalidades se han expandido debido a la difusión de determinadas interpretaciones de la historia y la realidad, y de que la forma más efectiva de darles batalla es, por un lado, construir un nuevo entramado discursivo crítico de esas interpretaciones y legitimador de los ordenamientos que se desean imponer; y, por otro lado, difundir esa masa de enunciados en el conjunto del globo (De Büren, 2015 y 2021).
Esto hace que una de las múltiples estrategias de los miembros de Mont Pèlerin Society constituya la fundación de centros de difusión discursiva en diversos puntos de globo. Según señala un documento que podríamos considerar su historia oficial, en América Latina ello se concretó a partir del año 1958 tras la creación del Instituto Venezolano de Análisis Económico y Social por Nicomedes Zuloaga, el Centro de Estudios Económico Sociales en Guatemala por Manuel Ayau –uno de los presidentes de Mont Pèlerin Society y fundador de la hasta ahora existente Universidad Francisco de Marroquín–, el Instituto de Pesquisas Econômicas e Sociais en Brasil por Paulo Ayres, el Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas por Gustavo Velasco en México, el Instituto para la Libertad y la Democracia por Hernando de Soto en el Perú, el Centro de Estudios sobre la Libertad por Alberto Benegas Lynch en Argentina, y el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales por Enrique Altamirano en El Salvador. Estos centros se dedicaban a la publicación de revistas en las que publicaban traducciones al español de artículos de miembros de la sociedad y participaban activamente en la distribución y venta de obras de autores europeos y norteamericanos. Joaquín Reig Albiol había publicado cerca de ochenta traducciones que se constituyeron en la principal fuente de provisión de libros de esta corriente en América del Sur. Todos estos fundadores, a excepción de Soto, eran miembros de la Sociedad, y solo la integraron como representantes latinoamericanos antes de 1952 Alberto Benegas Lynch, Luis Montes de Oca, Gustavo Velasco y Raúl Maestri Arredondo (Hartwel, 1995).
Según entiende Ronald Max Hartwell, quien fuese presidente de Mont Pèlerin, la expansión de estos institutos en América Latina ha contribuido a cambiar el clima ideológicamente hostil al liberalismo que caracterizaba estos territorios y, con ello, efectivizar –desde mediados de los años sesenta– el avance de medidas económicas y políticas liberales. De esta forma, Mont Pèlerin Society arriba a la Argentina, a través de la fundación del Centro de Estudios sobre la Libertad –inicialmente denominado Centro de Difusión de la Economía Libre (CDEL)–, cuya presidencia se encomienda a Alberto Benegas Lynch, uno de los miembros latinoamericanos más antiguos de la Sociedad.
Alberto Benegas Lynch conoce a Friedrich Hayek en el año 1950 en las instalaciones de la Universidad de Chicago, es decir, a tres años de fundada la Mont Pèlerin Society y a dos del nombramiento del vienés en esa institución de estudios superiores. En el año 1957, esto es, a dos años del bombardeo de la Plaza de Mayo que da inicio al derrocamiento y la proscripción del peronismo, Benegas Lynch invita a Hayek a la Argentina para que sea recibido por el entonces presidente de facto, el teniente general Eugenio Aramburu (Benegas Lynch, 1978 [1977]; De Büren, 2020a).
No será la única vez que Hayek camine en nuestras tierras, ni él será el único miembro de Mont Pèlerin Society que las transite. Se destacan, además, las invitaciones que formulase Alberto Benegas Lynch (padre) a Ludwig von Mises y al mismo Friedrich Hayek. La acusada al primero acontece en uno de los momentos centrales de la institucionalización del campo de saber económico en nuestro país y toma lugar en las instalaciones de la Facultad de Ciencias Económicas en junio de 1959. La segunda invitación remitida a Friedrich Hayek se hace efectiva en el año 1977, en pleno transcurso de nuestra última dictadura militar, y tiene como destino las instalaciones de la Bolsa de Comercio, en ocasión de la inauguración de un nuevo centro de expansión discursiva –la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE)–, y las jornadas organizadas en dicho lugar para solicitar su financiamiento al empresariado presente. Recientemente, esta institución ha otorgado el Doctorado Honoris Causa y ha sumado a su cuerpo docente a Javier Milei, candidato a presidente y líder del movimiento La Libertad Avanza (ESEADE, 2023; Benegas Lynch (h), 2012 [2007]; De Büren, 2020a, 2021 y 2021a).
Si centramos nuestra atención en los sectores sociales, las instancias de delimitación y las posiciones de sujeto desde las cuales la construcción discursiva austríaca es difundida en territorio argentino, podemos observar que uno de los principales difusores y creadores del espacio de transmisión institucionalizada de este entramado enunciativo es Alberto Benegas Lynch (padre), quien se desempeñó como presidente de la Cámara Argentina de Comercio, de la Asociación Vitivinícola Argentina y de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, inició las gestiones para la creación del Centro de Estudios sobre la Libertad y su articulación con la Foundation for Economic Education –uno de los espacios centrales de financiamiento y difusión del movimiento monpelerines–, en el año 1949, y ocupó el cargo de ministro plenipotenciario de la embajada argentina en Washington durante los dos primeros años de la Revolución Libertadora (La Nación, 20/2/1999; De Büren, 2015 y 2020a).
Otro espacio de amplificación discursiva en la segunda mitad del siglo XX es el diario La Prensa, un periódico fundado en el año 1869 por José C. Paz con objeto de dar continuidad a El inválido argentino, un matutino al que él da inicio para divulgar las novedades de la Guerra de la Triple Alianza y solventar los gastos del Hospicio de los Inválidos de la Sociedad Protectora de los Inválidos, una fundación que crea en 1865 precisamente para dar protección a los heridos de guerra (Braco de Zamora, 2003; Roskin, 2015). José C. Paz, primo de Julio Argentino Rocca, como parte del patriciado nacional construye el denominado Palacio Paz, bajo la ambición –factible para los tiempos que corrían y por la posición social que ocupaba en una Argentina donde la Ley Sáenz Peña aún no había sido sancionada– de alcanzar la Presidencia de la nación y habitar ese espacio como residencia presidencial. Además edificó la sede de su periódico en las proximidades de la catedral porteña, la Casa Rosada y el viejo cabildo nacional. Espacios territoriales centrales, los mencionados, en las definiciones políticas claves de nuestra historia nacional. La Prensa se abocó, en sus primeros tiempos, a acompañar, en el ámbito de las letras, a Julio Argentino Roca y a su Partido Autonomista Nacional (PAN) en su disputa contra Bartolomé Mitre. De ese modo, se erigió en un espacio de expresión y disputa discursiva de una de las fracciones del patriciado nacional.
Si observamos el proceso de incorporación del territorio hoy bonaerense que lleva su nombre y su población al circuito del comercio internacional en los momentos de emergencia y consolidación del Estado nación –en otros términos, si observamos el proceso de construcción de ese territorio y su población para su incorporación al proceso mercantil internacional en los momentos en que este buscaba abarcar nuestras tierras; más precisamente, si observamos el despliegue de ello en la jurisdicción que hoy lleva el nombre de José C. Paz–, podemos observar la relevancia de este representante del patriciado local en la introducción del espacio nacional al sistema mundo capitalista y al circuito de mercantilización de la tierra y la población.
La comunidad de José C. Paz, su territorio, adoptó esa nominación tras una serie de acontecimientos que pueden centrarse en la vida y obra de José Vicente Altube. Según ha expresado Altube, era un caro amigo de José C. Paz que había sido elegido por este –podríamos deducir por la observación de los hechos que a continuación documentamos– para la efectivización de tal tarea en dicho territorio.
Altube nació en Oñate (España) en el año 1847, emigró a la Argentina en el año 1861 y se afincó en la localidad de Dolores, donde se dedicó al acopio de cereales y al servicio de transporte por carreta. En ocasión de la “Revolución de 1874”, José C. Paz conoció e inició vínculos político-comerciales con Altube, de quien adquiere el servicio de provisión de carretas para el transporte de armamentos y demás abastecimientos necesarios para dar lugar a la mencionada contienda. El enfrentamiento lo libra contra la presidencia de Nicolás Avellaneda, a quien acusa en su matutino La Prensa, junto con el periódico La Nación, de fraude electoral (Biblioteca de la Municipalidad de José C. Paz, 2015; Gerardi y Fernández, 2013).
Tras ello, Altube se traslada a la localidad de Moreno para dedicarse a la agricultura, la ganadería y la fabricación de ladrillos. Una vez radicado en las tierras que Juan Buzzini y sus hijos poseían desde el año 1869, le compra esos dominios a José Buzzini en el año 1891 y cede una casa para que se instale el segundo establecimiento educativo de la zona. En el año 1896 consigue, en articulación con otros empresarios de la zona, la apertura de la estación “Piñero” del Ferrocarril Central Buenos Aires. En 1897 funda Villa Altube y tras realizar el trazado de las calles dona los terrenos que esa planificación urbana había destinado al emplazamiento de la plaza pública, los edificios fiscales, las iglesias y los centros de recreación. Todo esto, afirman las fuentes documentales y bibliográficas consultadas, con objeto de disminuir el costo de vida de sus pobladores y, con ello –afirmamos nosotros–, reducir el costo de la mano de obra que el territorio construido estaba encargado de proveer. Altube consigue que se apruebe la construcción de la estación “Arroyo el Pinazo”3 del Ferrocarril Buenos Aires Pacífico en el centro de la superficie urbana por él diseñada en el año 1902 y que ella se inaugure y ponga en uso en el año 1906. Tras ello y en ese mismo año, Altube parcela y vende sus tierras con objeto de fomentar la radicación de un gran número de familias. Tras el éxito de su emprendimiento, sus vecinos Serafín Germano y Félix Iglesias se lanzan a igual empresa en sus posesiones, en las que fundan, respectivamente, Villa Germano en 1908 y Villa Iglesias en 1912. Emergen, de ese modo, las tres villas de aquello que en un tiempo se denominó Villa Pinazo (Biblioteca de la Municipalidad de José C. Paz, 2015; Gerardi y Fernández, 2013, Fernández, 2022).
En 1913, cuando acababa de concretar su sueño y a un año del fallecimiento del fundador del diario La Prensa, Altube realiza gestiones para que la localidad hasta allí conocida como Arroyo Pinazo, la estación de tren así también referida, una calle y una placa de la plaza principal se denominen, a partir de ese momento, “José C. Paz”. Calle, placa, estación de tren y localidad se erigen, de ese modo –en términos de Foucault (2002)–, en monumentos. ¿Monumentos de qué?, se preguntará el lector. Si las palabras adquieren su significado en relación con otras, ¿a qué alude la palabra Pinazo?
Don Manuel de Pinazo fue cabildante en vigencia del Cabildo de Luján, institución responsable del gobierno y la administración de justicia entre 1755 y 1821 en el territorio aquí estudiado, más precisamente se encargaba de nombrar a los “alcaldes de la santa hermandad”, facultados para juzgar los delitos cometidos en la campaña y encargados de garantizar el control social (Allindo, 2008).
Pensar estas nominaciones como documentos y analizar estos como monumentos siguiendo el abordaje arqueológico (Foucault, 2002) permite observar las disputas sociales que ellas manifiestan y las capas arqueológicas sobre las que se asienta o constituyen nuestra sociedad. Ellas permiten observar el retroceso de las fracciones privilegiadas en el ordenamiento virreinal y sus modos de gobierno en nuestro territorio, cuyas preeminencias habían encontrado su expresión en la nominación de lugares y monumentos con la referencia de uno de sus miembros y representantes: Don Manuel de Pinazo. Este desplazamiento se produce o tiene como contracara el avance –también manifiesto en las nominaciones– de la conformación del Estado moderno, de las formas de gobierno que le son específicas y de los sectores que disputan su dirección, entre los que emerge José C. Paz como sujeto material, ahora, erigido en monumento.
El presente escrito lleva implícita una hipótesis cuya indagación lo excede ampliamente, sin embargo, ella guía sus exploraciones y nuestras investigaciones de un tema que, dada su dimensión y complejidad, exige múltiples abordajes. Tal hipótesis entiende que el neoliberalismo constituye un modelo civilizatorio y un arte de gobierno que emerge en el seno de ordenamientos sociales que lo preceden. Más precisamente, por un lado, surge como una estrategia de los sectores dominantes que los gobiernan como una forma de resguardar sus privilegios frente al avance de las rebeliones obreras; y, por otro lado, para dichos actores se hace factible pensar en la posibilidad efectiva de instaurar un nuevo modelo civilizatorio –que se encuentra dentro de “lo visible” y “lo enunciable”–; sin embargo, no es la primera experiencia civilizatoria que transitan los cuerpos sociales de los que provienen, que ellos conforman y en los cuales se condensan múltiples articulaciones de poder.
No es posible ver, ni decir, ni pensar cualquier cosa en cualquier momento, nos enseñó Michel Foucault; es preciso analizar los enunciados efectivamente dichos, las condiciones materiales de su aparición, desaparición, olvido y reaparición. Para comprender cómo es que somos esto que somos y no otra cosa, agrega dicho autor, es necesario remitirnos a las múltiples, diversas y complejas capas arqueológicas que constituyen nuestros cuerpos individuales y colectivos. No es posible buscar un origen único y prístino, sino que es preciso ahondar en las múltiples emergencias y procedencias inscriptas en los cuerpos. La memoria es algo que se inscribe en los cuerpos, ella no es individual y reciente, sino histórica y colectiva (Foucault, 1998 y 2002).
Este trabajo focalizó su mirada en dos espacios geográfico-político-sociales y momentos de nuestra historia general. Centramos nuestra atención, en una primera instancia, en el Imperio austríaco y su dominio Habsburgo, en su rol en la dirección del proceso de colonización de América Latina y en la emergencia del proyecto neoliberal. Luego dirigimos nuestra observación hacia el patriciado local, concretamente, hacia la tradición de la familia Paz, abocada a la dirección del proceso de incorporación de tierra y población argentina a aquello que Wallerstein denomina “sistema mundo capitalista” y a la difusión del entramado discursivo monpelerines en el espacio local a través del periódico La Prensa.
José C. Paz dio vida al diario La Prensa con el objeto de divulgar las novedades de la Guerra de la Triple Alianza, tras comprender la necesidad de dar continuidad a “la guerra de las armas” en “la guerra de la pluma”. Benegas Lynch, miembro de la Revolución Libertadora, afirmó, respecto de lo que consideraba el avance comunista: “Serán inútiles los triunfos en el campo militar si las mentes no se ganan […] depurándolas de la infección colectivista” (Editorial de Ideas sobre la Libertad, noviembre de 1970: 2-3).
La observación concreta de nuestra historia efectiva nos ha permitido observar la pluma y la espada en la construcción del dominio hegemónico de las clases dominantes, la pluma y la espada en las condiciones de posibilidad de la emergencia, consolidación y divulgación del pensamiento local.
Allindo, Alberto (2008). “Apuntes desde la historia de Pilar para la de José C. Paz”. I Jornada de Historia de José C. Paz, 2008.
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1 Licenciada en Economía. Magíster en Desarrollo Económico para América Latina (UNIA, España). Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Profesora en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), CBC (UBA), UNPAZ. Investigadora adjunta (CONICET- IIGG).
2 El presente trabajo no llega a abordar el análisis de enunciados debido a restricciones de extensión y por lo tanto focaliza su atención en otra dimensión del objeto estudiado; sin embargo, ello ha sido indagado en otros escritos de la autora (De Büren, 2011, 2013, 2018, 2020).
3 Actualmente denominada estación “José C. Paz”-