CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Maidana, D. (2025). Presentación N° 33. Otra Economía, 18(33), 1-4.
Daniel Maidana
Editor
Con más de 15 años de trayectoria, la Revista Otra Economía es portadora de un interesante acervo documental, que junto con muchas otras publicaciones hermanas, testimonia el itinerario de un dinámico campo de prácticas de acción y reflexión, y un fértil escenario de diálogos y convergencias.
Desde la gestión editorial somos testigos privilegiados de diversas miradas sobre los complejos e irregulares senderos, avances y retrocesos en la construcción de otras economías. En ese proceso se destaca el compromiso de revisoras y revisores que se manifiesta en las detalladas consideraciones y sugerencias que realizan, muchas veces incorporando decenas de comentarios, así como las estimulantes “conversaciones” (obviamente respetando el “doble ciego”) entre quienes escriben y quienes revisan, que no solo enriquecen los contenidos sino que expresan una enorme capacidad de eventuales articulaciones y convergencias que excede la naturaleza específica de una revista científica.
En los últimos años hemos mantenido el criterio editorial de visibilizar la diversidad de acentos, matices y perspectivas, tanto en las experiencias como en las reflexiones y el pensamiento crítico del campo de la ESS, pero siempre intentando leerlas en todo su potencial, sin reducirlas a un simple repertorio de respuestas adaptativas, sino como espacios de posibilidad que orienten los posibles senderos para su transformación.
La multidisciplinariedad que asumimos pretende ser soporte de la multiactoralidad de los sujetos colectivos que se necesitan para esta transformación, conscientes que la ultra-especialización disciplinaria, así como la incentivación de la producción académica individual pueden contribuir -incluso involuntariamente- a la fragmentación de los espacios socio-políticos que trabajan por la construcción de Otra Economía.
Comenzamos esta edición con el texto de Sandra Sterling Plazas y Paula Cecilia Rosa (Argentina) “Conceptualizar y denominar el campo de la economía social: enfoques, debates y procesos con diversidad territorial”, que analiza la incidencia de la estructura social, económica, política, cultural y los procesos históricos en la naturaleza y las distintas denominaciones que asume la ES en cada territorio (economía social, solidaria, de la solidaridad, popular, social y solidaria, del trabajo, comunitaria, entre otras). En particular describe las características diferentes que se presentan en los países centrales y en América Latina, destacando la singularidad de la economía popular como “una noción emergente de los propios actores que la conforman”. Las autoras afirman que se trata de un campo “en construcción”, con posibilidades de crecimiento y retroalimentación, que genera espacios de debate, confrontación, denominaciones múltiples, nuevos referentes, etc., y las experiencias que son parte de este campo dan cuenta de luchas y resistencias, atravesadas por tensiones político-institucionales, movilizaciones y activismos que asumen diferentes formatos según los contextos sociales e históricos.
Valeria Laborda y Verónica Dziencielsky (Argentina), en su artículo “Tensiones en torno a la remuneración del trabajo en las organizaciones de intermediación solidaria”, aportan reflexiones sobre esta temática, analizando los procesos de atribución de valor, y sumergiéndose en las complejidades y conflictos que se presentan entre las distintas formas de considerar el trabajo en estas organizaciones, ya sea “remunerado”, “voluntario” y/o “militante”, mediante un relevamiento realizado en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Como agravante en el caso de estos espacios, las autoras señalan que “en sus inicios, el rol de la intermediación era criticado y asociado a la especulación”. Y agregan: “dentro de los principales hallazgos pudimos destacar que la construcción del precio, el origen de los productos, los vínculos intersubjetivos y las motivaciones ideológicas se constituyen como cuatro categorías centrales que articulan propiedades materiales y simbólicas a la hora de valuar el proceso”.
Ligia Scarpa Bensadon (Brasil) presenta su artículo “Enlaces entre Cuidados e Economia Solidária: breve análise da assessoria a mulheres no setor da alimentação saudável, em Niterói/Brasil”, donde destaca los dilemas en la articulación entre trabajo productivo y reproductivo, y la necesidad de vincular la economía solidaria a las luchas feministas como eje de acción para las iniciativas de asesoramiento. Subraya el rol de la organización asesora como articuladora del territorio a través de la enseñanza-investigación-extensión, desde los principios de la educación popular, la autogestión y las tecnologías sociales. La educación popular como “creación articulada de sujetos y contextos” junto con la autogestión -entendida como ejercicio de la gestión participativa y del poder horizontal- conforman el concepto de “economía solidaria como praxis pedagógica”. En estas coordenadas, la noción de cuidado adoptada no se reduce al alivio del sufrimiento humano desde la compasión, sino que se propone analizar seriamente las contingencias e inestabilidades de la vida, buscando las transformaciones posibles y el fortalecimiento de las mujeres como sujetos políticos.
En la misma línea, en el artículo “La Economía Social Solidaria, una alternativa para el empoderamiento de las mujeres. El caso del Colectivo Vendaval en México”, Diana Lahoz Gómez, María Elena Rojas Herrera y Verónica Vázquez García (México) postulan que es preciso fomentar la complementariedad entre la ESS y la EF no solo por la presencia mayoritaria de mujeres en las iniciativas económicas solidarias, sino por su potencial para fortalecer e incluso reorientar a la ESS como movimiento antisistémico, evitando “naturalizar el trabajo reproductivo y el cuidado como cosa de mujeres, o peor aún, corriendo el riesgo de asumirlo acríticamente como una forma deseable de solidaridad”. Según las autoras, a pesar de no estar constituido legalmente como cooperativa, el Colectivo Vendaval practica “la esencia cooperativista, la apropiación social o colectiva de los medios de producción y las formas de distribuir los beneficios”, mediante procesos para “producir lo común”, que exceden la producción de bienes e incluyen la organización de las relaciones sociales bajo patrones de reciprocidad, actividades de intercambio cultural y militancia política.
Continuando la temática de género, Eliene Anjos y Jéssica Alves dos Santos (Brasil) en su “Análise do quadro social e dos conselhos de administração das cooperativas da agricultura familiar da Bahia na perspectiva interseccional”, manifiestan que, si bien existe una participación significativa de la población negra en la membresía y en las juntas directivas, incluso de mujeres negras en cargos presidenciales, aún predomina la participación de hombres. Sus investigaciones revelan que las cooperativas todavía están muy lejos de una efectiva equidad de género, y plantean la necesidad de “ennegrecer el feminismo”, argumentando que la subordinación de las mujeres negras solo puede comprenderse teniendo en cuenta las opresiones entrecruzadas, determinadas por el modo en que raza, clase, género y sexualidad interactúan en la producción de desigualdades. Ante esta realidad, las cooperativas deben fortalecer sus principios garantizando la diversidad en todos los niveles de la organización, creando entornos más equitativos para contribuir al desarrollo sostenible e inclusivo.
En el texto de María Eugenia Rodríguez y Ana Laura Hidalgo (Argentina) “Configuraciones comunicacionales y fundamentos de la Economía Social: Un estudio en una cooperativa de trabajo en San Luis, Argentina”, se analizan los sentidos sociocomunicacionales con los fundamentos de la ES, desde 3 coordenadas: político-institucional, económico-social y cultural-simbólica. Las autoras sugieren que muchas dificultades de comunicación en las cooperativas se originan en la coexistencia de la lógica horizontal-cooperativa interna con la lógica vertical-fordista traccionada por requerimientos de inserción mercantil externa, lo que provoca una indefinición del sujeto cooperativo. Es aquí donde consideran que la mirada comunicacional puede aportar a la visualización de los entramados relacionales dentro y hacia afuera de la organización, contribuyendo a gestiones internas acordes a los principios de horizontalidad, creando un sentido de pertenencia orientado a la conformación de un/a “nosotras/os”, y facilitando el diálogo interorganizacional para la creación de estrategias comunicacionales conjuntas.
Desde México, Rosa Celia Suárez Jacobo, Keren Martínez Aguilar, Luis Felipe Juárez Santillán y Francisco Xavier Spinoso Galindo comparten una “Identificación de áreas de oportunidad en un proyecto de economía social y solidaria para productores de la comunidad de Paso Real, Tecolutla, Veracruz”. Describen la implementación en ese territorio de alianzas territoriales integradas por instituciones académicas, gobiernos locales y organizaciones del sector social de la economía, denominadas “Nodos de Impulso a la Economía Social y Solidaria (NODESS)”, con el objetivo de “proponer, diseñar e implementar soluciones a necesidades colectivas en sus territorios”. Esta estrategia se sustenta en el reconocimiento constitucional de la Economía Social y Solidaria que incluye “iniciativas socioeconómicas y culturales basadas en el trabajo colaborativo de las personas y la propiedad colectiva de los bienes, para satisfacer las necesidades de sus integrantes y comunidades”, y las experiencias son presentadas como ejemplos del potencial transformador de la soberanía alimentaria en México, promoviendo no solo la seguridad alimentaria, sino también la justicia social y ambiental.
En el mismo marco de abordaje de la cuestión agraria, Raúl Gustavo Paz, Andrea Geanina Gómez Herrera y Marcelo César Contreras analizan el “Desarrollo de las fuerzas productivas en un agroecosistema comunal: caso Santo Domingo (Dpto. Figueroa, Argentina)”, reflexionando sobre modelos de desarrollo con base en la comunalidad, como dimensión que asume a los actores sociales involucrados desde su capacidad para generar procesos políticos y modelos de producción alternativos y transformadores. Se detallan estrategias de defensa de la tierra para evitar la privatización y mercantilización de bienes naturales de uso común afectados por la expansión de la frontera agropecuaria, presentando la matriz comunal como “laboratorio” para indagar mecanismos de desarrollo de fuerzas productivas diferentes a la lógica capitalista, que incorporan conocimientos agroecológicos tradicionales y construyen redes con instituciones estatales y organizaciones no gubernamentales. Reconocen el importante peso relativo de las explotaciones agropecuarias sin límites definidos (ESLD) en la estructura agraria provincial, con raíces históricas en formas de ocupación del territorio existentes desde el periodo colonial.
En síntesis, se incluyen en este número un total de ocho artículos escritos desde Argentina, Brasil y México: dos de ellos centrados en cuestiones conceptuales, tres que abordan cuestiones de género, uno referido a la cuestión comunicacional y dos que analizan experiencias agrarias.
En todos ellos es posible identificar las capacidades y los límites de múltiples experiencias, fuertemente influenciadas por las diferentes comprensiones de la ESS en las que se sustentan, búsquedas diversas que dialogan, negocian y muchas veces confrontan con los innumerables modos de habitar el mercado en una sociedad capitalista.