Ivan Jablonka, Le Troisième continent ou la littérature du réel. Paris: Seuil, 2024
Miguel Ángel Ochoa1
La originalidad del trabajo de Ivan Jablonka no puede pasar desapercibida, especialmente si tomamos en consideración dos de sus libros publicados en español: Historia de los abuelos que no tuve (Jablonka, 2015) y Laëtetia o el fin de los hombres (Jablonka, 2017). Ambos libros poseen el mérito de desencajar al lector acostumbrado a la mirada disciplinar, al mostrarle la reconstrucción de universos complejos que no están cincuscriptos a un área precisa del saber académico. En el primer caso mencionado, mediante el uso de analogías, dado el vacío documental con que el autor se encuentra en más de un momento para reconstruir la vida de sus abuelos, extremando la posibilidad sobre la prueba (Ginzburg, 2010: 433-465), valga explicitar que no estamos ante una biografía familiar, sino que ese rastreo le permite abordar los horrores del siglo XX, entre los cuales la Shoah es uno más. En el segundo libro el historiador francés detalla día a día la larga investigación para encontrar los restos de Laëtitia, una joven de 18 años asesinada y descuartizada en 2011, alterna capítulos “técnicos” e historias de la corta vida de las mellizas (Jessica es la sobreviviente). Su lectura no deja indiferente al lector, antes bien lo interpela y lo inquieta. Habla de la violencia de género, y de la muerte que le continúa, indaga con el permiso de la familia en mensajes de texto y en el Facebook de Laëtitia para reconstruir su vida cotidiana.
En el libro que nos ocupa su autor sostiene que el mapa mundial está ocupado por dos continentes: de un lado, la literatura-ficción, donde la novela representa el principio del placer; por el otro, la literatura gris, donde la investigación académica encarna el principio de verdad. Novelas versus ciencias sociales. Genio versus erudición. Y agrega, que los escritos de la realidad son el fundamento de la literatura: investigaciones, relatos, testimonios, retratos, biografías, autobiografías, documentos, diarios, diarios de viaje y otros blogs no son admitidos en la dignidad del primer continente, sobre el que caen todos los rayos del sol. Pero tampoco son bienvenidos en el segundo, que los considera, en el mejor de los casos, “fuentes”. En resumen, no tienen adónde ir. De allí la apelación al tercer continente. Y la necesidad de hacer circular un conjunto de textos de vital relevancia para el autor, en tanto muestran el detrás de escena de un material que no suele circular en los ámbitos académicos tradicionales en tanto su formato no responde a las convenciones.
Al contrario de lo que escuchamos a menudo, sostiene él, la literatura de la realidad no pretende principalmente arrojar luz sobre la intimidad de las personas. Su dominio son los colectivos inherentes a la modernidad, particularmente la violencia masiva (incluidos los feminicidios) y la cultura de masas (productos, objetos y prácticas). Los escritos documentales están anclados en el presente de sus palabras. Porque queremos contar lo que fue, no podemos omitir lo que es. El autor señala que son: materiales nacidos a finales del siglo XIX con la prensa, en torno a las noticias, por lo que sirven para dar testimonio de los horrores de las guerras y los genocidios del siglo XX. Es más, sus cuatro funciones vitales –alertar, testificar, probar, reparar– permitieron a los supervivientes no hundirse del todo (bien vale mencionar a Primo Levi como caso testigo, que ciertamente no es el único).
En cuanto a la “literatura de supervivencia”, el historiador distingue tres generaciones: la del “fuego”, es decir de la Primera Guerra Mundial, la de la Shoah y la de los niños pequeños, que “aunque “no fueron testigos”, permitieron abordar “historias de filiación” (Demanze, 2019). Ivan Jablonka rechaza las acusaciones de intimidad excesiva en estos escritos. Estos libros contienen una dimensión colectiva, prima facie porque dan testimonio del peso de la historia sobre los individuos. ¿Mal escritos? A veces lo son, dice Jablonka, pero es la urgencia la que los dicta. Además, a menudo toman prestado de diferentes géneros y recurren a citas. Estos textos también impactan en la realidad, como historias de violencia sexual vinculadas al movimiento “MeToo”.
En el Tercer continente o la literatura de la realidad, son reunidos una treintena de artículos, reportajes, entrevistas y discursos del historiador a través de los cuales nos invita, una vez más a su taller, como historiador y editor. En esta ocasión, además apela a cuestionar la supuesta neutralidad de las ciencias sociales y los “no textos” que producen. Por el contrario, aboga por una nueva concepción de la investigación en ciencias sociales, involucrando a los lectores, demostrando cierta transparencia y honestidad en la exposición del enfoque del investigador y asumiendo una mayor responsabilidad por su dimensión literaria. Asimismo, las emociones del investigador no deben ser ocultadas como algo vergonzoso sino ser expuestas para contribuir a la cientificidad del enfoque.
La investigación está en el corazón de este “tercer continente”, al que el historiador vincula su obra. Marcado por la historia de la Shoah, que atraviesa su historia familiar, ha comenzado publicando una primera novela bajo un seudónimo, mientras completaba su tesis y escribía sus primeros artículos académicos y libros (sobre Jean Genet, luego sobre el tránsito y la guarda de los niños en la asistencia social que se ocupaba de buscarles un hogar). De ese itinerar entre mundos supuestamente opuestos nació su concepción descompartimentalizada de la vida intelectual, guiada por la seriedad de las ciencias sociales, el deseo de participar en la vida ciudadana, el deseo de compartir el conocimiento de una manera renovada y el deseo de considerar la memoria como una forma abierta de vida. Al hacerlo, se convirtió en un historiador de la ausencia que intenta estar presente en su siglo y, como resultado, no teme los rótulos al autodenominarse judío, escritor, feminista.
Sin negarse a sí mismas, las ciencias sociales pueden acoger el “yo” y la ficción del método, el punto de vista situado, el equilibrio entre distancia y empatía, el ir y venir entre pasado y presente –en tanto operadores de la literaridad que empujan las ciencias sociales hacia la escritura, no para disolverlas allí, sino al contrario para revitalizarlas. Así es como los investigadores más rigurosos, los más “serios”, pueden disfrutar del placer de escribir sin negarse jamás: solo ejercen su oficio.
Jablonka es un historiador que incomoda; su honestidad, su escritura, su manera de configurar las investigaciones, su uso de fuentes no convencionales, el reconocimiento de que en toda producción académica hay belleza y escritura estilizada, y su provocativo y sutil llamamiento a resituar la producción académica dentro de las humanidades genera, en términos generales, indiferencia: nada más elocuente que el silencio.
Es posible que ciertos lectores in fabula, podieran haber deseado que el historiador fuera más selectivo en los textos que ha recopilado, a veces bastante repetitivos, sin embargo, El tercer continente constituye sin duda una bella introducción a la riqueza de su obra conjunta. Una vez más de difícil clasificación, transita el género autobiográfico, la ego-histoire y la biografía intelectual. Indistintamente del purismo de la disección clasificatoria, no queda ninguna duda de que su libro vale la pena ser leído y comentado. Presumiblemente el investigador nouvelle y el no especialista serán quienes más disfruten y usufructen sus ideas.
Demanze, Laurent. (2019). Un nouvel âge de l’enquête. Portraits de l’écrivain contemporain en enquêteur, Paris: Corti.
Ginzburg, Carlo. (2010). El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Jablonka, Ivan. (2015). Historia de los abuelos que no tuve, Buenos Aires: El Zorzal.
Jablonka, Ivan. (2017). Laëtitia o el fin de los hombres, Buenos Aires: Anagrama / El Zorzal.
1 Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Correo: mikel_otxoa@yahoo.com.ar