Reflexiones antropológicas sobre los límites espaciotemporales del taller de costura
Antonella Delmonte Allasia*
RESUMEN: El artículo analiza las prácticas y relaciones construidas alrededor de un taller de costura a cargo de dos hermanos/as, situado en Buenos Aires en la actualidad. A la par de las miradas antropológicas contemporáneas que ponen en cuestión lo que entendemos por trabajo, se adopta una mirada amplia que no se restringe a los límites espacio temporales del trabajo en el taller. Vemos así que su forma de (ganarse la) vida se asienta principalmente en la tarea de la confección y venta de ropa posibilitadas por una red de relaciones y prácticas que sólo pueden ser comprendidas desde una mirada interseccional que pondere la condición migratoria, el género y la espacialidad urbana.
Palabras clave: Modo de vida; Taller de Costura; Interseccionalidad.
ABSTRACT: The article analyzes the practices and relationships built around a sewing workshop run by two siblings, located in Buenos Aires today. In line with contemporary anthropological perspectives that question our understanding of work, a broad view is adopted, not limited to the spatiotemporal boundaries of work within the workshop. Thus, we see that their way of making a living is primarily based on the task of making and selling clothes, enabled by a network of relationships and practices that can only be understood through an intersectional lens, considering migration status, gender, and urban spatiality.
Keywords: Way of Life; Sewing Workshop; Intersectionality.
Vos me lo ves puesto así, dice Daniel mientras se estira la camiseta deportiva que llevaba puesta, sutilmente, para abajo, y ¿qué decís?, pregunta retóricamente, ¡este pibe es original! -se responde a él mismo. Llevaba puesto un conjunto de camiseta y pantalón deportivos color azul petróleo, mientras conversábamos en su taller del barrio de Mataderos acerca de su trabajo en la confección de ropa. Así, disputa un valor simbólico en torno a lo reconocido como legal o ilegal, lo original o lo “pirata”. Sabe que las camisetas que produce son de alta calidad y poco tienen para envidiarle a las de las grandes marcas que las venden a cifras que superan, por lejos, a las suyas. La fabricación de este producto demanda un conocimiento y expertise, tanto individual como familiar y colectivo, que se viene acrecentando desde hace décadas atrás.
Daniel tiene 38 años, nació y creció en Argentina. Proviene de una familia dedicada a la costura desde finales de los setenta. La historia comienza cuando sus padres, oriundos de Oruro, Bolivia, migran por aquel entonces a Buenos Aires, Argentina (en diálogo con la historia de la migración boliviana con destino a Argentina y su habitus migratorio, ver Magliano y Mallimaci, 2015 e Hinojosa, 2009). En sus primeros años en Buenos Aires, vivían y trabajaban en un taller de costura de dueños coreanos. Con el paso del tiempo abrieron el propio, llegando a tener un taller de confección con más de 14 empleados que vivían y trabajaban allí.1
Él es el menor de cinco hermanos. Desde chico, ayudaba -en términos nativos- a sus padres a doblar los puños de las prendas a cambio de algo de dinero. Luego se encargó de las compras de comida para el taller y algunas de las tareas de limpieza, hasta que de joven aprendió a coser. También tuvo otros trabajos en la costura más allá del taller. Trabajó en grandes fábricas e, incluso, hizo un curso técnico en costura. Aunque también tuvo empleos fuera del rubro (como repartidor), estos fueron por períodos breves y luego volvió a la costura. Alrededor del 2012, él y Romina, una de sus hermanas mayores, se hacen cargo del taller de sus padres.
De acuerdo con Gago, en las últimas cuatro décadas en Latinoamérica se profundizan las políticas de corte neoliberal, así como su apropiación y articulación por parte de los sectores populares. En Argentina en particular, con mayor fuerza a partir de la crisis del 2001, se estabiliza un “nuevo paisaje proletario” (Gago, 2021: 960) y a partir de allí se abre una pregunta radical acerca del trabajo, de la construcción de lo que es una vida considerada digna y de la construcción de horizontes de posibilidades que se proyectan en el futuro, al margen del régimen salarial. Entre otras categorías analíticas que alumbran estos procesos (como la más difundida acerca de la economía popular), la autora propone la idea de microeconomías proletarias para acentuar la vigencia del trabajo (aunque sin patrón) y profundizar una crítica a la idea del avance de la desproletarización de los sectores populares. Entre otras dimensiones, expresa la autora, se cristaliza una cartografía del trabajo por fuera de las especialidades reconocidas como “laborales” per se. Así, se contribuye a la conformación de nuevas lógicas de producción de valor.
Estas situaciones, en las economías que nos ocupan, lejos de ser minoritarias o marginales, resultan centrales y mayoritarias. En la experiencia de Daniel, al mismo tiempo que el trabajo se inmiscuye en el espacio urbano, se construyen nuevas lógicas de producción de valor. Así, al margen de miradas moralistas o victimizantes, el presente estudio propone un diálogo con aquellos escritos contemporáneos que discuten con la idea de los talleres textiles como espacios excepcionales (Gago, 2014) y aislados, en donde solo cabe el sufrimiento, y remarca su contribución, junto con las grandes ferias de ropa populares, al sostenimiento de economías nacionales y transnacionales (Gago, 2014; Rabossi y Tassi, 2023).
A diferencia de los estudios anteriores que se destacan por acercarnos análisis de mayor escala, en las páginas que siguen me focalizo en el conocimiento en profundidad de un conjunto limitado de prácticas y relaciones construidas alrededor de un taller de costura. A la par de las miradas antropológicas contemporáneas que (re)piensan lo que entendemos por economía, así como la idea de trabajo en sí misma (Fernández Álvarez y Perelman, 2020; L’Estoile, 2014; Narotzky y Besnier, 2014), en estas líneas interesa analizar el modo de vida de Daniel y Romina desde una mirada amplia que no se restringe a los límites espaciales y temporales del taller. De acuerdo con Kathleen Millar (2018), a través de la idea de formas de vida remitimos principalmente a dos dimensiones de la vida: la cuestión del sustento (es decir, de ganarse la vida) así como a las formas específicas de habitar el mundo, sustentadas en creencias y valores sobre lo que constituye una buena vida. Por cierto, desde estas miradas, más que una forma de sobrevivir, el trabajo es medio y forma de vida.
De acuerdo con Narotzky (2018), repensar el trabajo no significa desechar la noción sino comprender la transformación y expansión de las prácticas reales de sustento de la vida, dado que para la mayoría de personas lo que presenciamos es “el enredo de muchas formas de trabajo, múltiples tipos de relaciones sociales, la participación institucional en regulación y desregulación, la movilización de solidaridades verticales y horizontales para acceder a recursos, y la invasión de la mercantilización en la vida cotidiana.” (2018: 12, traducción propia). En resumen, el enfoque de modos de vida permite incorporar un conjunto de prácticas que no encuadran en la categoría hegemónica de trabajo o empleo (Millar, 2018). En concreto, en la historia de Daniel podremos observar cómo su forma de (ganarse la) vida se asienta principalmente en la tarea de la confección y venta de ropa posibilitadas por una red de relaciones y prácticas basadas en el parentesco, el paisanazgo, la amistad y la camaradería. A continuación, se argumenta que estas prácticas y relaciones sólo pueden ser comprendidas a la luz de una mirada interseccional (Viveros Vigoya, 2023) que pondere la condición migratoria y el género, así como la espacialidad urbana.
Así se busca contribuir desde una trayectoria analizada con lente etnográfica a las discusiones que cuestionan las lecturas tradicionales sobre el trabajo o su “fin”. Las reflexiones sobre las formas de ganarse la vida dialogan con las transformaciones del capitalismo de las últimas décadas y los movimientos sociales asociados a tales cambios y con la crisis del 2008 en el Norte Global (Fernández Alvarez y Perelman, 2020; Neilson y Rossiter, 2008). Aunque, un conjunto de estudios se encarga de demostrar que en América Latina las crisis y desigualdades y “precariedades” asociadas, raramente, constituyen una excepción. Aquí, desde hace décadas las personas lidian cotidianamente con la incertidumbre por lo que esto no constituye una novedad para los/as trabajadores/as y pobres urbanos en el Sur Global ni una discontinuidad con el pasado reciente (L' Estoile, 2014; Munck 2017).
El análisis de la trayectoria se divide en cuatro partes más un preludio y una coda. El preludio relata el ingreso al campo y un primer acercamiento al taller de costura. La primera parte, habla de la organización del proceso de producción de ropa. La segunda y tercera, presentan un análisis de la división de tareas por género en el taller y hacen hincapié en la venta y en la costura a la par de las tareas domésticas, respectivamente. La cuarta, reflexiona acerca de los procesos identitarios situacionales vinculados con la condición migratoria y la discriminación. Por último, la coda nos introduce en la cuestión del emprendedurismo y los cambios en las subjetividades.
Preludio. Otra versión de Bolivia
Desde el año 2015 me dedico a estudiar y realizar trabajo de campo en el universo de la confección. Anteriormente me centré en grandes fábricas formales entendiendo al trabajo desde una mirada crítica. Pero fueron los emergentes de campo que aparecieron en la experiencia de Daniel y en otro taller analizado (que queda a un margen del presente artículo) los que particularmente me alentaron a intentar incorporar el enfoque de los modos de vida.
En el 2023 lo contacto a través de un amigo en común, también costurero. Cuando comenzamos a conversar, yo formaba parte del equipo de campo de un proyecto que estaba entrevistando personas que tuviesen talleres definidos como “familiares”. El no daba con el perfil porque no vivía en el taller donde trabajaba (requisito excluyente para formar parte del estudio) pero insistía en que vayamos para que conozcamos su taller: “yo sé a los talleres que van ustedes, tienen que conocer otros talleres” (conversación telefónica, octubre de 2023). Incluso llegó a mandarme un video donde filmaba su máquina de coser más tecnológica a modo de ejemplo de cómo era su taller. Aunque no lo entrevistamos para aquel proyecto, le sugerí que comenzáramos a conversar y tejer un vínculo para mi propia investigación. Sin dudas, llamó mi atención su forma de querer mostrarse, de “dar a conocer otra versión de Bolivia” (registro de conversación por chat, noviembre de 2023).
El taller familiar en cuestión actualmente está localizado en un PH (propiedad horizontal) al fondo del barrio de Mataderos, en donde aún viven Romina y su padre. Daniel dejó de vivir en el taller cuando se casó y se juntó con su esposa en una vivienda a pocas cuadras de allí. De todo el PH, hay dos cuartos y un baño que están dedicados exclusivamente al taller. En uno de los cuartos tienen las máquinas y el otro funciona a modo de depósito. Tal como me anticipaba, cuando ingresé a su taller, era contrastante con la imagen de otros talleres de costura en los que había estado anteriormente. Aunque también era relativamente pequeño, las condiciones distaban de ser “precarias”. El espacio de las máquinas daba al patio y además de la puerta tenía una ventana por lo que era luminoso y ventilado. Tenía aire acondicionado y había máquinas de coser muy nuevas y tecnológicas. En el patio habían realizado un baño, separado del taller, que se encargó de mostrarme.
Los hermanos organizan el trabajo de manera distinta a sus padres porque estaban disconformes con la antigua modalidad de taller-vivienda, la cual denominan, a modo de broma, como un “hotel”. Traigo la idea de hotel que propone mi interlocutor porque resulta una parodia nativa a la noción de “trabajo esclavo” ya problematizada y discutida por un conjunto de autores/as (Gago, 2014; Rivera Cusicanqui, 2011, entre otros). Bajo la idea de hotel, expresa que mientras que el taller de sus padres daba, a la vez que trabajo, vivienda y comida a sus empleados/as; en su taller ya no se emplean personas que vivan allí. Este paso de taller-vivienda mediano a taller familiar se condice y contribuye a un proceso más general de la industria en el que, en los últimos años, proliferaron los pequeños talleres familiares (compuestos solamente por matrimonios o familias nucleares) en detenimiento de los talleres medianos o grandes.
Además, desde que toman la responsabilidad del taller, de manera progresiva, trabajan principalmente para grandes marcas de ropa, dejan de emplear gente y en caso de precisar “más manos” cuarterizan parte de la producción a otros pequeños talleres familiares ubicados principalmente en la Villa 20 del barrio aledaño de Lugano. En estos casos, de acuerdo con el volumen de “cortes”2 que recibe, puede derivar toda la confección o solo una parte de ella (por ejemplo, mandar a poner solo los elásticos). Estos talleres, a diferencia del suyo, suelen tener condiciones relativas a la seguridad e higiene (como cableados, ventilación, iluminación) de mayor precariedad.
Los trabajos estables los hacen ambos hermanos en conjunto, pero hay otros de mayor eventualidad que los realizan de forma independiente, aunque siempre comparten el espacio del taller, las máquinas y los gastos del taller (servicios). Su principal proveedor de trabajo es una reconocida marca de ropa interior de varones con locales distribuidos en Centros Comerciales de distintas provincias del país. En ocasiones, al margen de la marca, también produce ropa interior (de similar calidad de confección y materia prima) y la vende por su cuenta. A la par, hace ropa deportiva que vende de manera directa y a terceros que las revenden en ferias de ropa. En resumen, en el taller actualmente se fabrican principalmente bóxer y ropa deportiva, tanto “originales” como “réplicas”, pero también todo tipo de prendas urbanas.
En el último año, con motivo de la baja de la producción que se vive en la industria, comienzan a recibir menor volumen de producción (de cortes de bóxer) de su principal proveedor de trabajo. Esto se expresa, por ejemplo, en que pase progresivamente de cuarterizar a siete talleres distintos a quedarse solo con uno. Como respuesta, Daniel dice que “como toda la gente” se rebusca y va a lo que necesita: “entonces empiezo a buscar lo que necesito, emprendedores chiquitos (que diseñan y venden ropa) que siempre hay”. Esto muestra un “saber hacer” (Gago, 2021) frente a periodos de crisis del sector o de baja de la producción. Por otro lado, decide avanzar en un proyecto que tenía postergado y crear su propia marca de ropa abocada al running. Para esto, facilitaron el proceso algunos contactos que tiene gracias a pertenecer desde hace tantos años al rubro de la costura. Así, en el logo de la marca lo “ayudó” -contrató a- una diseñadora y la moldería de las remeras se las hizo un modelista que actualmente trabaja en una reconocida fábrica de prendas deportivas localizada en el conurbano bonaerense. Impulsar una marca propia, capitalizando contactos de reconocidas marcas y los conocimientos adquiridos, muestra a la vez las estrategias de reconfiguración y diversificación que implica el mencionado “saber hacer” de sectores de la población considerados de mayor vulnerabilidad. De alguna manera, en diálogo con otros estudios (Rabossi y Tassi, 2023) muestra formas de navegar en el capitalismo global actual de manera más “autónoma” en relación con las grandes empresas de ropa. En suma, resulta una forma concreta y estratégica de enfrentar la crisis del sector.
Daniel practica running en un grupo de Parque Chacabuco con el que habitualmente participa en eventos deportivos, carreras, organizadas en distintas zonas del país. Desde que está fabricando su propia marca deportiva, aprovecha la ocasión de las carreras: en uno de los eventos regaló decenas de remeras para promocionarse y esto le generó posteriores ventas en eventos similares. Por caso, en la vida de Daniel se difuminan los límites entre el tiempo y espacio que entenderíamos como de ocio y los que entenderíamos como de trabajo.
La vinculación con la venta de ropa como forma de sustentar la vida no termina ahí. Desde los 18 hasta los 20 años Daniel trabajó en RA Intertrading, una de las grandes fábricas textiles de Buenos Aires que confecciona para la marca Adidas, ubicada en el Barrio de Lugano, a tres kilómetros del taller. De allí le quedaron “amigos” que, a modo de aguinaldo, reciben prendas deportivas. Como algunos de sus excompañeros “no saben vender”, en palabras textuales, le venden las prendas y él luego las vende en su red de clientes a un precio más elevado. Por esto, también destaca “tengo un montón de amigos, yo”.
Parte II. Estoy más en la calle vendiendo
Acerca de las ventas y reventas que hace de manera directa de bóxer y prendas “imitación” producidas por él y de prendas “originales” producidas en la mencionada fábrica, resulta significativo señalar que no tienen un comercio ni un puesto en una feria popular -como suele suceder en casos similares (Ver Gago, 2014)- sino que las vende en la calle a través de contactos. Hablo en singular porque es principalmente Daniel quien se encarga de las ventas y construyó una red asentada sobre la base de sus distintos empleos que conforman su trayectoria laboral en la costura y sobre vínculos con “paisas”, palabra que utiliza para referirse a otros hijos/as de bolivianos/as o bolivianos/as. En los estudios migratorios existen trabajos como el de Claudia Pedone (2010) que señala la importancia del entramado de vínculos tanto horizontales como verticales en las redes migratorias y en la elaboración de estrategias que le permiten a los/as migrantes sortear obstáculos y asegurar la supervivencia en contextos de exclusión social.
Daniel conoce otros/as costureros/as, talleristas, jefes de producto y diseñadoras que trabajan para marcas. Toda esta red le vende y compra prendas y, en ocasiones, le contribuye a generar más trabajo. Por ejemplo, las diseñadoras pueden funcionar como intermediarias y le consiguen cortes a cambio de una comisión: “Así hago los contactos, son todos de fábrica”, explica.
En su vida cotidiana, además se configuran otras relaciones que no están conectadas, en principio, con lo laboral sino con la vecindad o su tiempo de ocio, pero son igual de importantes para sostener el taller. Por caso, vimos el ejemplo de las carreras y traeremos otros a continuación. Cuando dispone de ropa de fútbol de Adidas, bóxers o prendas deportivas propias se las vende a varones que van, junto con él, a la cancha del club de San Lorenzo ubicada en el barrio de Flores o a amigos, seguidores de otros equipos de fútbol. Con frecuencia también le vende a un colectivero, hijo de bolivianos, delegado de las líneas 47 y 80, quien redistribuye (revende) los productos entre el resto de los trabajadores conductores, en su mayoría varones. De igual modo, frente al taller de costura, en el barrio de Mataderos, hay varios talleres mecánicos que reúnen decenas de trabajadores mecánicos a los que también les suele vender.
Para los clientes más distantes, utiliza el WhatsApp como herramienta de trabajo y les envía periódicamente información de lo que tiene para vender. Mecanismo que también utilizó conmigo a lo largo de la investigación (dando cuenta de los objetivos propios que tiene mi interlocutor en relación con esta pesquisa). Así, también recorre bancos y oficinas del microcentro porteño. En estos casos, por la distancia social que percibe tener con estos/as trabajadores/as, a los que identifica con la clase media porteña, le vende los productos a un precio más elevado que al resto.
Cuando explica acerca de todos los vínculos y prácticas que construye para sustentar la vida, dice “todo ese movimiento lo hago yo porque obvio que ella (la hermana) me acompaña, ella sabe, pero ese movimiento de gente, de todo lo que te estoy contando lo hago yo porque los contactos todos pasan por mí, mi hermana no conoce a nadie porque ella no tiene calle” (Registro de observación en taller, abril de 2024). La calle, categoría nativa, aparece de manera recurrente en su discurso para hacer referencia a los talleres mecánicos, la cancha de fútbol, el Parque Centenario o una terminal de colectivos. Semana a semana, transita por distintos espacios públicos o semipúblicos de la ciudad. En ocasiones basta con cruzar la calle (para el caso de la hilera de talleres mecánicos) pero a veces implica moverse hasta el barrio de Villa Riachuelo del sur de la ciudad (donde está la terminal de colectivos).
En consecuencia, sin los vínculos que la calle posibilita y produce sería mucho más difícil que el taller resulte viable. En este sentido, a partir de los vínculos entre la calle y el taller familiar y en línea con estudios precedentes sobre el mundo textil (Brage, 2022; Gago, 2014), se muestra que los dualismos ligados a lo público y lo privado tienden a esencializar y dicotomizar las prácticas -y así los espacios y tiempos- por lo que no permiten comprender los modos de sostener la vida de costureros y costureras de carne y hueso.
La cuestión de género tampoco resulta menor. En primer lugar, porque en el taller se produce principalmente ropa destinada a un consumidor representado como masculino. En ese sentido, los espacios públicos por los que circula Daniel y vende ropa resultan espacios masculinizados como la cancha de fútbol, la terminal de colectivos o los talleres mecánicos. En segundo lugar, resulta significativa la división de tareas que se construye en el taller. Al menos desde su mirada, es él quien tiene mayores vínculos con la calle en detrimento de la hermana. Cabe la pregunta de si la mayor salida del varón se vincula o no en parte, justamente con lo anterior, que precisan insertarse en un público masculino o también con los sentidos colectivos construidos alrededor de la calle y el taller de costura. Esta mirada permite dejar el lugar a una serie de preguntas: ¿qué actividades hacen los costureros varones por fuera del taller? ¿Qué espacios habitan? ¿Con quiénes se relacionan? ¿Con qué motivos? ¿Cabe pensar que allí también están haciendo la vida?
Parte III. Ella tiene la mano perfecta
Romina tiene 55 años. A diferencia de su hermano nació en Bolivia y migró a Argentina con sus padres cuando tenía alrededor de 10 años. Tiene hijos adultos por lo que ya no se tiene que encargar de las tareas que implican su cuidado. Aunque, veremos, se encarga de algunas tareas vinculadas con el cuidado de su padre.
Desde el discurso de Daniel, la “hermana” aunque “no tiene calle” tiene “mejor mano” para la costura por lo que en el taller se dedica principalmente a coser. Aunque sus tareas no terminan allí debido a que es ella quien se encarga de la limpieza de la casa y del espacio que corresponde al taller. Si tomamos en cuenta estas tareas como parte de las actividades que demanda el taller y la vida de Damián, Romina y su padre, esto implica que comience su jornada de trabajo diaria (de lunes a sábados) aproximadamente una hora antes que el hermano. También es ella quien deja el trabajo en la máquina al mediodía para encargarse del trabajo que implica la alimentación y preparar la comida para ella, su hermano y su padre. Luego, regresa a la máquina después del almuerzo. Gracias a estudios precedentes (Gago, 2014; Brage, 2022), sabemos que esta situación se repite en otros talleres familiares: existe un continuum de tareas productivas y reproductivas y las segundas quedan a manos exclusivamente de las mujeres. Desde la antropología de los modos de ganarse la vida se señalan a la política económica, economía moral y economía feminista como las tradiciones teóricas antecedentes. Aquí subrayo el aporte sustancial del feminismo por colocar en el centro del análisis de los procesos económicos que tienen lugar en el capitalismo al trabajo doméstico no remunerado (Federici, 2018) y formular la idea de sostenibilidad de la vida (Rodríguez Enríquez, 2020). Siguiendo esta formulación que pone el énfasis en las tareas de cuidado que son necesarias, a la par que las productivas, para sostener la vida (en términos materiales y simbólicos), argumentamos que las tareas reproductivas realizadas principalmente por Romina en el taller sostienen a Daniel y al trabajo productivo que ambos realizan. En consecuencia, en los talleres textiles la organización de la vida cotidiana (y en algunos casos, comunitaria) está inscripta en la dimensión productiva y también da cuenta de nuevas formas de producción de valor (con fronteras difusas) en los sectores populares (Brage, 2022; Gago, 2020).
Al mismo tiempo, el desdibujamiento de los límites del taller y del hogar afectan al tránsito y permanencia en el tiempo y espacio de Daniel y Romina. Mientras que Daniel no tiene un horario fijo que marque el término de su jornada y esto se vincula con que las actividades en la calle no implican siempre la misma cantidad de horas, Romina suele trabajar en la máquina hasta las 20 hs. Al igual que en otros talleres, también es ella, en comparación con su hermano, quien pasa más horas sentada en la máquina. Esta división de tareas por género dialoga con estudios anteriores. Por ejemplo, Brage (2022) resume que las dinámicas de los talleres que analizó se caracterizaban por contar con jornadas extensas de costura combinadas con tareas de cuidado:
“Pilas de telas y prendas de ropa en los diferentes rincones, niñes presentes en el ambiente de trabajo y maridos que, si bien costuran, nunca están. En las visitas que realicé junto a Margarita, jamás encontré a un hombre en casa, sea porque se trató siempre de mujeres que vivían solas o bien porque los maridos habían salido, a entregar pedidos, a comprar telas, a conseguir clientes, etc. De modo que, son las mujeres quienes suelen destinar mayor tiempo y dedicación a la costura” (Brage, 2022: 49).
En suma, Romina es quién dedica más horas diarias al taller. Daniel argumenta esta división y la sobrecarga de su hermana en base a dos cuestiones. Por un lado, ya mencionamos su vinculación con la calle. Por otro lado, a partir de un discurso que naturaliza los saberes de costura de Romina (“ella tiene la mano perfecta”, “ella tiene mejor mano”, repitió en reiteradas ocasiones). Esta ligazón entre las mujeres y las tareas de costura tienen una genealogía histórica en el ámbito nacional y a la vez se pueden relacionar con la instalada idea de que la costura se constituye como una tarea del ámbito doméstico (es decir, no remunerada) y por tanto se corresponde con una actividad femenina (Federici, 2018)3. Ecuación que también la encontramos en otras experiencias analizadas relativas al ámbito de la costura, aunque también resignificada a partir de la importante incorporación de varones, en general migrantes, en el rubro en las últimas décadas.
Daniel, en ocasiones “es el más boliviano de todos” -acentúa algunas palabras y gestos corporales que identifica con la bolivianidad- para fortalecer los vínculos con otros bolivianos o hijos de bolivianos como es el caso del colectivero o los prestamistas de la cooperativa boliviana a los que les suele pedir dinero. Mientras que, otras veces, deja a un margen “el rollo boliviano” y destaca los gestos, posturas corporales y palabras que asocia con la “argentinidad”, principalmente para relacionarse con nativos/as. Por ejemplo, cuando entrena en el parque o viaja con sus compañeros de running para participar de las carreras.
Para comprender este pasaje de una identidad a otra, y su performance, podemos retomar las ideas de Roberto DaMatta (1997) cuando señala que en el paso de un grupo social a otro podemos sentir la transformación del espacio como un elemento importante y, a fin de cuentas, constitutivo de lo social. Así, argumento que actúa de determinadas maneras en estos diferentes espacios sociales porque hay un conjunto de relaciones y construcciones de sentido colectivas que así lo demandan o constituyen. A su vez, estos sentidos puestos a jugar de manera concreta implican nociones colectivas acerca de qué se valora y espera de un individuo en cada situación. Es decir, siguiendo al autor, no se trata simplemente de reafirmar que las personas cambian de opinión según el contexto, sino que los espacios, entendidos como esferas de significación social, van más allá:
“Es que contienen visiones del mundo o éticas particulares. No se trata de escenarios o máscaras que un sujeto usa o desusa -como en los libros de Goffman- según sus estrategias frente a la "realidad", sino esferas de significado que constituyen la realidad misma y que permiten normalizar y oralizar la conducta a través de sus propias perspectivas.” (traducción propia, DaMatta, 1997: 34).
Siguiendo estas ideas, sostengo que el comportamiento de Daniel está diferenciado acorde con cada esfera de significación. Aún más, su memoria está marcada por la discriminación que vivió en su infancia junto a sus padres por su condición trabajador migrante:
“Ahora vivimos acá pero en la otra casa donde vivíamos nosotros es una casa chorizo (...) la (vecina) del medio era una (insulta en voz baja), agarraba y nos decía bolivianos de mierda ¿por qué no se van a su país? y yo no era grande, era un pibe, estaba en tercer grado y a mí me daba miedo, o sea, como que me quedó en la cabeza eso que pasaba, que mi papá iba con las prendas por un pasillo largo y el tipo (vecino) ya sabía cuándo entregábamos, (...) y nosotros íbamos con las prendas y mi papá iba así despacio, imaginate y salía a la puerta otra vez “estos bolivianos entregando mercadería, haciéndose plata acá” (Registro de observación, 06/04/2024).
Estas vivencias pasadas, así como su construcción y relato presentes, tienen importantes consecuencias. Daniel percibe y hace de su taller su territorio, como él mismo dice. Para esto construye prácticas cotidianas que resignifican la discriminación de la que fueron destinatarios/as. En tal sentido, cuando recibe a los representantes de los proveedores de trabajo de grandes empresas, en general varones blancos argentinos, refuerza (y resignifica) su “bolivianidad” pero esta vez se esfuerza en invertir aquellas experiencias que vehiculizaron los procesos de subalternidad vividos en su infancia:
“yo me paro de igual a igual (...) yo le hablo así ¿sabés por qué? porque en mi cabeza pasa como que mi papá hubiese ido a la fábrica, como que mi papá hubiese sido un paisano humilde (...) entonces me viene todo eso y es como que me pongo fuerte (...) si venís acá te hablo con palabras que digas, loco, ¿este boliviano de dónde salió?”. (Registro de observación, 06/04/2024)
Construir cotidianamente el taller como un territorio digno en sus propios términos, en donde quede poco espacio para el sufrimiento de la discriminación, es otra de las prácticas interseccionales que sostiene situacionalmente Daniel.
“Yo también me quiero ir de vacaciones, comprar zapatillas y mandar a mis hijos a un colegio privado, aunque no tenga hijos”, explica seguidamente. Así, pararse “de igual a igual” también puede leerse como un intento por contrarrestar las deslegitimaciones morales y condenas sociales que pudieran dirigir dichos varones nativos en contra de su trayectoria laboral que podría ser entendida como “exitosa”. De acuerdo con el análisis de Ana Mallimaci (2023), el acceso a capitales simbólicos y materiales por parte de las poblaciones migrantes es leído en términos de ascenso social y, al mismo tiempo, deslegitimado, condenado o visto bajo sospecha por la población local. Dice la autora, estas lógicas se desarrollan y experimentan de manera interseccional siendo fundamentales el género y las racionalizaciones. Aunque él es argentino, en el contexto local sus rasgos fenotípicos cargan con la apariencia de persona migrante (que en ocasiones él mismo refuerza y performatea). En términos de Sergio Caggiano (2021), estos rasgos en el presente configuran racismos por apariencia que contribuyen a la desjerarquización social.
Vemos así que, como en tantas otras experiencias de costureros y costureras (Delmonte, 2024), al analizar su modo de vida, en vinculación con la cuestión de género, resulta fundamental una mirada interseccional que invita a incorporar también la condición migratoria racializada. En este caso, presto suma atención a cómo estas prácticas están territorializadas y cobran así sentido.
Mientras nos despedimos y le agradezco por la última entrevista que le estaba realizando, en un café de la ciudad de Buenos Aires del barrio de Devoto (un punto que le resultaba conveniente por la cercanía con un cliente suyo), me dice:
D: Lo que necesites, igual ya sabés… ¡Si pegás una venta por algún lado! (yo me río). Uno nunca sabe, uno nunca sabe (él insiste).
A: Vos sabés que yo soy Antropóloga, investigo en Ciencias Sociales…
D: Pero capaz que encontrás alguno en el gobierno, “che hay que hacer ropa” ¿entendes? Pero bueno, capaz que vos sos de otro palo, vos tenés tu laburo, ¿viste? o sea yo soy de otra manera, todo el día… Nosotros somos emprendedores, si tengo que estar todo el día, yo por eso a los emprendedores como que siempre digo che, me saco el sombrero porque a pesar de cómo está todo estamos todo el día pensando, como creando, cada uno en su rubro pensando cómo generar.
A: ¿Vos te considerás emprendedor?”
D: Si, yo me considero emprendedor y aparte me gusta, me gusta motivar, animar. (Entrevista en profundidad, 24 de mayo 2024).
La emergencia y reafirmación de la categoría de emprendedor dialoga con la “conversión emprendedora” (Gago, 2021) característica del capitalismo neoliberal. En ese sentido, la autopercepción de Daniel no tiene que ver solamente con un deseo o rasgo individual (“me gusta motivar”, dice) sino que es propia de una época en la que la desinversión estatal y el avance de políticas neoliberales alienta la interpelación de los discursos sobre emprendedurismo en los sectores populares generando, también, nuevas lógicas propias (Gago, 2021). Aunque merecería un artículo en sí mismo, resulta oportuno concluir este análisis con el comienzo de la exploración de algunas cuestiones pertinentes al caso.
El significante de emprendedurismo evoca diversos y complejos sentidos colectivos. El estudio de Hernán Palermo y Patricia Ventrici (2023), analiza cómo el avance de este ideal está ligado a la economía de plataformas, la digitalización de la vida y la ilusión de oportunidades infinitas basadas en románticos discursos meritocráticos de individualismos “responsables” que contribuyen a trayectorias hiperindividualizadas en un mercado de trabajo digital en ascenso (como muestra el caso paradigmático Mercado Libre). Así, el emprendedurismo lleva toda la responsabilidad al sujeto de su propia suerte. Según Palermo y Ventrici, en América Latina, por los altos niveles de desigualdad, la operación neoliberal queda aún más expuesta “producir una exaltación fetichizada del emprendedurismo como ideología oficial de la época, que se desentiende ilusoriamente de los múltiples condicionamientos sociales en la vida material del individuo” (2023: 24).
En cambio, Gago (2021), expresa que su enfoque de la economía popular contribuye a disputar con la narrativa sobre el emprendedurismo que se construye desde una lente liberal. Y esto se vincula con su noción, referenciada anteriormente, acerca de las “microeconomías proletarias” en tanto se resiste a adoptar un lenguaje empresarial entendiendo que la auto empresarialidad de los sectores populares no se ajusta linealmente a las lógicas individuales y neoliberales, sino que ponen a jugar lógicas comunales de manera mixturada y barroca.
En el discurso de Daniel, la idea de emprendedurismo aparece en oposición a la idea de “tener un laburo” (representada por mi persona, dando cuenta nuevamente de los sentidos construidos sobre “la antropóloga” en el campo). En un sentido opuesto a “tener un laburo”, el emprendedurismo evoca la amplia y compleja idea de persona “sin salario” lo que, de nuevo, hace parte (en gran medida) de una economía situada en Latinoamérica en la actualidad (Gago, 2021).
Aunque las distancias entre la experiencia de Daniel y aquellos que desempeñan trabajos cognitivos de alta calificación (Palermo y Ventrici, 2023) son enormes, podemos encontrar imaginarios en común. El define a los emprendedores como las personas que “estamos todo el día pensando, creando”. En este sentido, apela a los sentidos hegemónicos acerca del emprendedurismo que enaltecen la utopía de la creación e innovación infinita (Palermo y Ventrici, 2023). De igual manera, en estos ideales se exalta el optimismo (Palermo y Ventrici, 2023) expresado por mi interlocutor como una actitud de motivación o animación. Asimismo, un aspecto no menor es que por debajo de estas ideas encontramos un imperativo de masculinidad que, en el caso analizado, se ve representado en la figura de Daniel en relación con su hermana quien aparece como su opuesto (la persona tímida).
De igual modo, podemos reflexionar acerca de qué sentido particular toma la abstracción de emprendedurismo tomando en consideración sus ideales y las proyecciones a futuro en relación con su historia familiar y los ideales de sus padres:
D: No sé a qué hora termino, sé que término a la tarde, tipo 7 termino o 6 pero ya termino porque voy al gimnasio o me voy a correr, porque ya me dedico a mí, cosa que mi papá antes no hacía.
A: ¿Ves un cambio ahí?
D: Es un re cambio porque a mi papá le preguntas ahora “papi, ¿conoces Mar del Plata? y no, no conoce; papi, ¿fuiste a comer a un buen restaurante? a un buen restaurante, no acá a Liniers al de los paisas, y nunca fue” (....) Para él era guardar y está bien, no te voy a decir que no, está bien porque él hizo esta casa y otra casa, pero ahora él tiene guita y no la quiere gastar. ¨Papi dale, deja de joder” y esta con esas zapatillitas, pero tiene esa cultura. Ahora ya de grande empezamos a ir a la cancha, me hice socio de San Lorenzo y vamos, viste claro, voy con él y yo le digo, viste esto hubiésemos hecho cuando …. ¿entendés? Porque vos te dedicaste a trabajar porque la plata, la plata, la plata. O sea, como los paisa, y vos te perdés de todo esto que lo hacemos ahora” (Entrevista en profundidad, 24 de mayo 2024).
A partir de su relato puedo imaginar las lógicas que tenía el padre en torno a la organización laboral antes mencionada, pero también al uso del dinero proveniente del taller. Estos ideales -y sus consecuencias prácticas- fueron transformándose y ya no son los mismos para Daniel. Anteriormente, en la familia primaba una lógica de ahorro en pos de ciertas proyecciones de ascenso social que tenían, a la vez, una materialidad concreta (como la construcción de una vivienda propia). En aquel entonces, esto demandaba extensas jornadas de trabajo en la máquina.
Mientras que en la actualidad del taller, principalmente desde la mirada de Daniel, pareciera que prima una lógica de bienestar con mayor orientación al presente. Esta lógica contribuye a un aumento del gasto del dinero para el consumo individual y familiar y en la preservación de tiempo dedicado “a sí mismo”, ya sea al ocio, a actividades deportivas o artísticas (aunque, como vimos, este tiempo también está atravesado por el taller). En consecuencia, se limitan las horas de trabajo y se impulsa una negociación más beneficiosa con los proveedores de cortes. Por detrás, argumento que se evidencia un quiebre en las subjetividades en torno a las creencias de lo que constituye -o no- una buena vida o una vida considerada digna. Aunque resulta difícil la comparación de ambas lógicas, en tanto la dedicación del padre y sus prácticas de ahorro, en alguna medida, permiten que Daniel parta desde mejores condiciones que aquel, esto no explica el porqué del cambio. Las transformaciones en las representaciones sobre lo que es una vida digna, tal vez, podrían vincularse también con la difusión de las retóricas sobre emprendedurismo.
En el caso bajo estudio, quedan aún abiertas -irresueltas- algunas preguntas. ¿Qué efectos tiene en la subjetividad de Daniel verse a sí mismo como emprendedor? ¿Implica necesariamente un ajuste, una resistencia o una reafirmación frente a la lógica liberal? Más allá de los grados de resistencia que podemos vislumbrar o no, lo que resulta claro es que su discurso pone en vilo extendidas retóricas (tanto en el sentido común como en los organismos internacionales) que representan a los/as trabajadores/as de la costura -exclusivamente y de manera categórica- en términos de escasez, sufrimiento o carencia de libertades básicas.
En un escrito reciente, Yutzil Tania Cadena Pedraza y Mariano Perelman (2024) proponen “flexibilizar” la idea de trabajo:
“Esta flexibilidad no remite (sólo) a la flexibilización laboral como forma de acumulación del capital (aunque sin duda se relaciona), sino a una mirada etnográfica del “trabajo”. Esto es, como una categoría nativa, como una práctica compleja que se realiza para la reproducción de la vida, en relación constante con otros ámbitos de vida, otras problemáticas y como una manera de estar, permanecer, acceder y habitar la ciudad.” (Yutzil y Perelman, 2024: 3).
Tener un taller de costura para sustentar económicamente la vida no parece ser una novedad en la historia familiar. Más se han transformado diversos aspectos que resultan esenciales: el modo de organizar el trabajo; las formas de gastar lo recaudado; los horizontes de vida proyectados y, centralmente, las maneras de significar el trabajo. Así, cambian de lleno los modos de experimentarlo y pensarlo. Entender el trabajo en tanto categoría nativa también nos abre a escuchar y tomar en serio cómo se piensan algunos de los/as trabajadores/as costureros/as en la actualidad. De este modo, vemos que en la vida de Daniel emerge la noción de emprendedurismo con potencia.
Desde el enfoque de los modos de vida y recuperando la propuesta de impulsar una mirada crítica o flexible acerca del trabajo contemporáneo, aquí abordé diversas dimensiones de la experiencia de Daniel, forjada entre el taller de costura y la ciudad. Su trayectoria da cuenta de que si nos focalizarnos en el trabajo de costura que demanda el taller y en sus límites espacio temporales de modo acotado, dejamos a un margen toda una serie de relaciones y prácticas condicionadas por distintos marcadores de la desigualdad como el género y la identidad nacional racializada. Nos perderíamos así de una parte esencial de la historia debido a que también son estas prácticas interseccionales las que permiten sostener (y desear) la vida. A la vez analizamos cómo estas prácticas se conforman de manera situacional, esto es, se inmiscuyen y crean en lugares y temporalidades específicas del espacio público.
De igual modo, a partir de los datos empíricos emergieron dos temas vinculados con la desigual división de tareas por género en el taller que resultan centrales. Por un lado, es Romina, la hermana, quien se encarga mayormente del trabajo en la máquina de costura y de las tareas “domésticas” como la preparación del almuerzo diario y la limpieza del taller-hogar. Esto se expresa en la sobrecarga de horas de trabajo semanales que ella tiene en relación con su hermano. Así como en habitar un espacio en el que se superpone lo laboral y doméstico, es decir, en el que se desdibujan los límites entre el taller y el hogar. Como ya ha sido estudiado, estas tareas de (re)producción cotidiana contribuyen sustancialmente a la producción de valor de los talleres textiles. Por otro lado, es él quien se encarga de la vinculación con los proveedores de trabajo y de las ventas. Todas estas tareas, implican mayor relacionamiento con otras personas más allá del núcleo familiar. Esto se expresa en que sea él quien circule habitualmente por espacios públicos o semipúblicos de la ciudad con la motivación de sostener el modo de vida.
En consecuencia, nos podemos preguntar, ¿el trabajo se limita exclusivamente al espacio y las temporalidades del taller? ¿Cuál es la importancia que tienen aquellos otros escenarios urbanos que, habitualmente, no significamos como laborales? ¿Cuál es la relevancia de las relaciones sociales que en apariencia no se presentan como laborales o económicas en el sostenimiento de la vida? Al preguntarnos por prácticas concretas, podemos concluir -una vez más- que las dicotomías entre lo público y lo privado o lo económico y lo íntimo poco tienen que ofrecer en términos analíticos.
Otra dimensión para destacar son los usos y desusos que hace situacionalmente mi interlocutor de las identidades nacionales argentina y boliviana de acuerdo con la esfera de significación en la que se encuentre. Esta estrategia está posibilitada fundamentalmente por ser argentino hijo de migrantes bolivianos y, al mismo tiempo, poseer rasgos fenotípicos que en el contexto local son leídos comúnmente en términos de extranjería. A la vez, esto también habilitó atravesar situaciones de discriminación, mayormente durante su infancia, que condicionan su actuar presente.
Por último, el análisis revela algunas de las transformaciones intergeneracionales en relación con las subjetividades de los/as costureros/as. En el presente de Daniel, resuenan los discursos vinculados con el emprendedurismo asociados a ideales liberales en contraposición, por un lado, al trabajo salarial en términos tradicionales y, por el otro, a la propia historia familiar. También registramos cambios asociados al uso del dinero y, por sobre todo, a lo que se considera una buena vida.
En pocas palabras, el ejercicio etnográfico y una mirada interseccional que dispone en el centro del análisis a los modos de vida (y descentra la cuestión laboral concebida en términos tradicionales y la persistente idea de sufrimiento que se construye alrededor de los talleres de costura) permiten incorporar al análisis diversos espacios, tiempos y relaciones que en apariencia no se presentan como laborales o económicas pero que resultan imprescindibles en el día a día de los/as costureros/as.
Recibido 12 de agosto 2024 aceptado 18 de octubre de 2024.
*Antonella Delmonte Allasia es Profesora y Doctora en Antropología por la Universidad de Buenos Aires. Es investigadora postdoctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género (IIEGE), Argentina. Es Thematic Fellow “Informalites” en Maria Sibylla Merian International Centre Conviviality-Inequality in Latin America (Mecila), Brasil. Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO “Migraciones y Fronteras Sur-Sur”. Correo electrónico: antonelladelmontea@gmail.com
Brage, E. (2022). El trabajo “duro” de sostener la vida: reflexiones a partir de una etnografía con mujeres (cis) bolivianas que viven en São Paulo, Brasil en el contexto de la pandemia de Covid-1. REMHU Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana, 65(65), 33-56.
Caggiano, S. (2021). Racismo. En Pensar las migraciones contemporáneas: categorías críticas para su abordaje. Jiménez Zunino, C. y Trpin, V. (coord.). TeseoPress. 253-262
DaMatta, R. (1997) A casa e a rua: Espaço, cidadania, mulher e morte no Brasil. Editora Rocco.
Delmonte Allasia, A. (2024) Las experiencias de trabajo en la industria de la confección de indumentaria vistas desde los aportes de Sayad. REMHU, Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana, 32, e321945
Federici, S. (2018). Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Tinta Limón.
Fernández Álvarez, M. I. & Perelman, M. (2020). Perspectivas antropológicas sobre las formas de (ganarse la) vida. Cuadernos de Antropología Social, 51, 7-19.
Gago, V. (2021) Neoliberalismo y después: empresarialidad, autogestión y luchas por la reproducción social. Contemporânea, 11, ( 3), 957-970.
Gago, V. (2014a). La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular. Tinta Limón.
Gago, V. (2014b). El taller textil como excepción: tres argumentos para su (in)visibilidad. Sociedad, (33), 105-12
Hinojosa Gordonava, A. (2009). Buscando la vida. Familias bolivianas transnacionales en España. CLACSO.
L’Estoile, B. (2014). «Money Is Good, but a Friend Is Better». Uncertainty, Orientation to the Future, and «the Economy». Current Anthropology, 55(9), 62-73.
Narotzksy, S. (2018) Rethinking the concept of labour. Journal of the Royal Anthropological Institute, 24, S1, 29-43.
Narotzky, S. & Besnier, N. (2021). Crisis, Valor y Esperanza: repensar la economía. Cuadernos de Antropología Social, 51, 23-48.
Neilson, B. & Rossiter, N. (2008). Precarity as a political concept, or, Fordism as exception. Theory, Culture and Society, 25(51), 51-72.
Mallimaci Barral, A. I. (2024). Movilidades sociales inapropiadas. RevIISE - Revista De Ciencias Sociales Y Humanas, 23(23), 9-22.
Millar, K. (2018). Reclaiming the Discarded: Life and Labor on Rio's Garbage Dump. Duke University Press.
Munck, R. (2017). El precariado. Una perspectiva desde el sur. Estudios críticos del desarrollo, 7(13), 15-47.
Palermo, H. y Ventrici, P. (2023). El ADN emprendedor: Mercado Libre y el devenir tecnoneoliberal. Editorial Biblos.
Parra García, H. (2019). El trabajo migrante en tiempos del neoliberalismo. El caso de los mercados étnicos de trabajo en el contexto urbano de la colectividad boliviana en Buenos Aires. Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, 3 (6), pp. 1-27.
Pedone, C. (2010) Cadenas y redes migratorias: propuesta metodológica para el análisis diacrónico-temporal de los procesos migratorios. EMPIRIA. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, 19, 101-132.
Perelman, M. (2021) Más allá de lo económico. Abordajes etnográficos sobre las formas de ganarse la vida. En: Ganarse la vida. La reproducción social en el mundo contemporáneo. UNAM.
Rabossi, F. y Tassi, N. (2023) Globalización popular en América Latina: por una teoría etnográfica. Instituto de Investigaciones Sociológicas-IDIS “Mauricio Lefebvre” y Laboratoire d’Economie et de Sociologie du Travail, Cuadernos de investigación, 25.
Rivera Cusicanqui, S, et al. (2011). De chuequistas y overlockas: una discusión en torno a los talleres textiles. Tinta Limón.
Rodríguez Enríquez, C. (2020) La sostenibilidad de la vida desde la perspectiva de la Economía Feminista. En Sostenibilidad de la vida: desde la perspectiva de la economía feminista. Madreselva. 19-36
Viveros Vigoya, M. (2023) Interseccionalidad. Giro decolonial y comunitario. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO; Amsterdam: TNI Transnational Institute.
Yutzil Cadena Pedraza, T. y Perelman, M. (2024) Trabajar en la calle. Una mirada desde la antropología. Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, 8 (17).
1 Este recorrido no fue una excepción: en los años noventa, trabajadores/as textiles bolivianos/as que trabajaban en talleres coreanos, comienzan a ponerse sus propios talleres.
2 Nombre con el que comúnmente se denomina al conjunto de telas ya cortadas para su confección que proveen las marcas o talleristas.
3 En su estudio sobre las tareas reproductivas durante el capitalismo, Silvia Federici (2018) señala que el arreglo de ropa y la costura, junto con las tareas del cuidado, la cocina y las actividades de limpieza, forman parte del conjunto de actividades que se han constituido como habilidades “naturalmente” femeninas. En este sistema social, cuando las mujeres ocupamos puestos de trabajo en el mercado remunerado estos suelen estar vinculados con las tareas que desempeñamos en el ámbito doméstico. De acuerdo con la autora, desarrollar las tareas reproductivas en el ámbito doméstico sin ningún tipo de remuneración y considerarlas cualidades que portamos por nuestra constitución biológica contribuye a su baja remuneración en el mercado de trabajo.
Revista Ensambles Otoño 2024, año 11, n.20, pp. 37-54
ISSN 2422-5541 [online] ISSN 2422-5444 [impresa]
Antonella Delmonte Allasia
REVISTA ENSAMBLES AÑO 11 | Nº 20 | otoño 2024 | artículos PP. 37-54 |