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El pensamiento económico de Jorge Schvarzer: un aporte crítico para entender los desafíos de la democracia (1983-1985)

The economic thought of Jorge Schvarzer: a critical contribution to understanding the challenges of democracy (1983-1985)

Ignacio Andrés Rossi

Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) y Centro de Estudios de Historia Económica Argentina y Latinoamericana (CEHEAL), Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (FCE-UBA), Argentina. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3870-1630. Contacto: ignacio.a.rossi@outlook.com.

Resumen

La historia del pensamiento económico en la Argentina es un campo de estudio joven que se encuentra en pleno desarrollo; aunque cuenta con significativos aportes de investigadores sociales. En este sentido, abordar el pensamiento económico en clave de las ideas políticas y económicas permite sopesar la importancia de los estudios económicos en diferentes dimensiones como la acción política, el debate público y la circulación de ideas históricas. En este caso, nos proponemos estudiar el pensamiento económico de Jorge Schvarzer (1938-2008), de modo que jerarquizamos su producción académica y reflexiones histórico-económicas durante el proceso democrático del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989). Siguiendo su participación intelectual en diferentes medios periodísticos, académicos, conferencias, entre otros, intentamos ordenar, comprender y revalorizar sus estudios en torno al funcionamiento de la economía política en la postdictadura. Según sostenemos, el pensamiento económico de Schvarzer permite dar cuenta de las nuevas normas de funcionamiento de la economía luego de la última dictadura (1976-1983). Especialmente, de una dinámica vertebrada sobre una lógica financiera que se articulaba sobre el endeudamiento externo, la alta inflación y el estancamiento económico que beneficia a sectores privilegiados.

Palabras clave: democracia, inflación, deuda externa, sistema financiero.

Abstract

The history of economic thought in Argentina is a young field of study that is still in development, although it has significant contributions from social researchers. In this sense, approaching economic thought in terms of political and economic ideas allows us to weigh the importance of economic studies in different dimensions such as political action, public debate and the circulation of historical ideas. In this case, we propose to study the economic thought of Jorge Schvarzer (1938-2008), ranking his academic production and historical economic reflections during the democratic process of the government of Raúl Alfonsín (1983-1989). Following his intellectual participation in different journalistic and academic media and conferences, among others, we try to order, understand and revalue his studies around the functioning of political economy in the post-dictatorship. We maintain that Schvarzer's economic thought allows us to account for the new rules of operation of the economy after the last dictatorship (1976-1983). In particular, a dynamic based on a financial logic that was articulated around external debt, high inflation and economic stagnation, benefiting privileged sectors.

Keywords: democracy, inflation, external debt, financial system.

Introducción

Hacia 1979 la Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) incrementó las tasas de interés ante la suba de una inflación que, aquel año, superó el 11% anual. Inevitablemente, esta política contribuyó a disparar la crisis regional de la deuda externa en países altamente endeudados a tasas flotantes. El denominado “choque Volcker” –en alusión al responsable de la Fed, Paul Volcker– fue uno de los últimos factores que impulsaron que en agosto de 1982 México, uno de los principales deudores, declarase la moratoria de los servicios de la deuda. Como trasfondo, el estancamiento económico generalizado tras la crisis del petróleo en 1973 y el desarme de los acuerdos de Bretton Woods constituyeron algunos episodios a los que hay que remontarse para comprender el contexto de crisis global y de endeudamiento latinoamericano de los ochenta. La crisis se expandió en la región y comprometió la solvencia de importantes bancos internacionales (Ritter y Pollock, 1987). En la Argentina, la dictadura instaurada en 1976 comenzó en un período de desarticulación económica y empeoramiento de las variables, en el que la crisis financiera internacional se entrelazó con los efectos de las reformas emprendidas por el plan económico de José Alfredo Martínez de Hoz (1976-1978) (Schvarzer, 1983e; Schvarzer, 1986) y la Guerra de Malvinas en 1982 (Zack y Pryluka, 2022). Con una inflación que nunca bajó del 100% anual, la crisis financiera internacional derivó en una caída del PIB del 6%, una fuga de capitales de más de 10.000 millones y un endeudamiento externo que alcanzó 22.000 millones de dólares (Barrera y Bona, 2018). En estas condiciones, el gobierno militar se limitó a administrar la transición política que finalizó en el año 1983 con una alta inflación del 400% anual, un déficit fiscal en 10% del PIB y una deuda externa de 45.000 millones de dólares (Cuesta y Trupkin, 2022).

Entre 1983 y 1985, el gobierno de Raúl Alfonsín con la Unión Cívica Radical (UCR) ganó elecciones y recogió el rechazo a la dictadura embanderando la democracia (Aboy Carles, 2001; Velázquez Ramírez, 2019). Las demandas de la sociedad en cuanto a la expectativa de mejora social eran grandes, especialmente ante una caída salarial que acumuló un 30% desde 1975 (Arceo et al., 2008). No obstante, eran limitaciones económicas las altas tasas de interés internacionales en casi el 10% anual, la recesión en los países industriales que varió entre el 8 y el 10% anual y el menor comercio mundial y mayor proteccionismo de países en desarrollo (Schvarzer, 1986). El ministro de Economía del gobierno, Bernardo Grinspun (1983-1985), planteó una inmediata reactivación sobre la alta capacidad ociosa y una recuperación de los salarios con el control de la inflación de forma gradual. El programa debió lidiar con niveles de inflación desconocidos y el desequilibrio macroeconómico que imponía la doble brecha –fiscal y externa–; además de la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) como de los grupos económicos internos y el conflicto con los sindicatos (Pesce, 2006; Brenta, 2019; Rapoport, 2020; Ortiz y Schorr, 2021).

Teniendo en cuenta este contexto, y en el marco del joven campo de la historia del pensamiento económico en la Argentina,1 planteamos recuperar la producción intelectual de Jorge Schvarzer en los años críticos de la transición a la democracia (1980-1985). Schvarzer fue uno de los pensadores económicos heterodoxos más relevantes de la historia argentina y analizar sus aportes permite dar cuenta de: 1) la centralidad e importancia de su interpretación crítica del proceso económico de transición para la historia económica y del pensamiento económico nacional, 2) las observaciones realizadas por el economista en torno a problemáticas centrales de la economía nacional, luego confirmadas en mayor profundidad por estudios académicos que retoman su temprano sesgo analítico, y 3) la relevancia de rescatar su figura desde la perspectiva del pensamiento económico heterodoxo para debatir problemáticas económicas de nuestros días. En este trabajo, ponemos el foco en sus consideraciones sobre la dinámica de la economía y la política económica en la transición a la democracia, la herencia económica y las dificultades enfrentadas por el primer ministro de Economía Grinspun entre 1983-1985. Para ello, ordenamos, jerarquizamos y analizamos sus intervenciones en diferentes trabajos académicos y medios de opinión, generalmente con su autoría, pero en ocasiones en coautoría. Como parte de una agenda de trabajo más amplia, en otros trabajos demostramos que Schvarzer aportó al pensamiento económico sobre la dictadura (1976-1983) desde una perspectiva original, integral y acabada respecto de otros pensadores de la época. En esta ocasión, centrarse en la transición, particularmente en las dificultades enfrentadas por el gobierno de Alfonsín, permite contar con un diagnóstico heterodoxo de las dificultades de política económica para revertir, no solo la regresión de los principales indicadores macroeconómicos y sociales, sino también los efectos perniciosos heredados en la economía por la dictadura.

Sin embargo, no se trata solo de rescatar las interpretaciones de Schvarzer, sino también de reconocerlas como ideas en relación con la economía. Las ideas o ideologías políticas y económicas cuentan con una larga tradición de estudios en la Argentina (Halperin Dongui, 1983; anatta, 1996; Romero, 2005; Terán, 2010; Camarero, 2012; Gómez, 2020; Rougier y Odisio, 2017; Rougier y Mason, 2020). Como destacó recientemente Perissinotto (2021), se trata de una literatura en la que, en mayor medida, los proyectos de dominación de clase funcionan como generadores ideológicos y no tanto como una dinámica en la que las ideologías funcionan como productoras de proyectos. Considerando esta discusión, es relevante delimitar el cuadro conceptual de ideas económicas al que se adhiere. En primer lugar, entendemos que estas son más que visiones del mundo de las cuales derivan diferentes formas de comportamientos. Especialmente, asumimos que las ideas económicas forman parte de un paradigma que, aunque no siempre articuladas, pueden tener una coherencia simbólica que las dota de consistencia e impacto en la vida pública (Hall, 1993; Schmidt, 2010).2 De esta manera, las ideas forman parte de un campo de razonamiento amplio con incidencia en la actuación y en la interpretación de la política económica al tener presupuestos normativos que jerarquizan los problemas y las posibles soluciones de la economía nacional, de aquí su relevancia para el estudio histórico. Por ello, consideramos que el aporte temprano y original de Schvarzer fue y es vigente y relevante para el campo de las ideas económicas, y más generalmente del pensamiento económico.

Schvarzer (1983-2008) fue un pensador importante del desarrollo industrial argentino. Graduado como ingeniero y especializado en temas ferroviarios, incursionó en la economía tras su formación con el intelectual marxista Milcíades Peña y su participación en la revista Fichas (Díaz y Ghibaudo, 2023). Fue autor de importantes obras como La política económica de Martínez de Hoz (1986), Empresarios del pasado. La Unión Industrial Argentina (1991) y La industria que supimos conseguir (1997). Ejerció la docencia y la investigación en diversas universidades como las de París, Buenos Aires, México, Rio Grande du Sol, entre otras (Rapoport, 2014), y formó parte del Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Sociedad (CISEA) creado en los años setenta. En los ochenta trabajó con intelectuales como Jorge Roulet, Dante Caputo y Jorge Federico Sábato, y difundió sus ideas desde El Bimestre Político y Económico. También, posteriormente, se vinculó al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y en el marco de la crisis económica de 2001 formó parte del llamado Plan Fénix para contrariar los preceptos del Consenso de Washington. En sus últimos años formó economistas en el Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas Argentinas (CESPA) y participó del análisis macroeconómico de forma recurrente en la prensa nacional y diversas revistas especializadas. Destacaron sus aportes sobre el comportamiento de las clases dominantes en contextos de inestabilidad (Rouquié y Schvarzer, 1985), las políticas económicas y su incidencia distributiva en las crisis (Schvarzer, 1981 y 1983).3 También, como destacó Gómez (2008), aportó a la comprensión de la historia de la industria y del desarrollo nacional, al papel del empresariado y los diferentes grupos económicos nacionales de la elite subrayando la actitud antiindustrial y la búsqueda exclusiva de rentabilidad en el corto plazo. Actualmente, Schvarzer cuenta con importantes investigadores que han continuado su obra en lo que respecta a la adopción de sus enfoques analíticos, herramientas teóricas y técnicas y temas de interés con mirada interdisciplinaria en torno a la economía nacional como Marcelo Rougier, Teresita Gómez, Mario Rapoport, entre otros (Aronskind, 2010).4

Interpretaciones para comprender la configuración de un nuevo modelo económico y las limitaciones de la democracia

Los parámetros de la dinámica de funcionamiento de la economía “monetaria, financiera y especulativa”

A pocos meses de asumir el nuevo gobierno democrático, Schvarzer reparó en que la economía soportaba una inflación de tres dígitos anuales desde 1975 (ver gráfico 2 en Anexo). Su observación apuntaba a que el salto a una inflación sustantivamente más alta que la característica durante la postguerra (de entre el 25 y el 50% anual), “se caracterizó por cambios apreciables en las condiciones de funcionamiento de la economía […] en el comportamiento de los agentes económicos y en la propia estructuración de los sectores productivos” (Schvarzer, 1983a: 34). El punto de partida del nuevo régimen de inflación fue situado en la política de shock del “Rodrigazo”,5 momento en el cual las tasas de entre el 50 y el 70% anual pasaron a 800% en los primeros meses de 1976, lo que llevó a los agentes a reacomodarse a las nuevas perspectivas inflacionarias a futuro (la tasa de inflación promedio entre 1975 y 1983 fue de 250% anual) (Schvarzer, 1984c). Posteriormente, la política de liberalización inicial de precios durante la dictadura, como la estrategia antiinflacionaria posterior sostenida en la reforma financiera6 y, finalmente, los intentos entre 1981 y 1982 por contener los precios a partir de diferentes mecanismos cambiarios fue inocua y derivó en que los shocks y mini-shocks contribuyeran a instalar una nueva realidad. Es decir, un comportamiento en el que los agentes privilegiados actuaban para defender sus márgenes de ganancias en el marco de un mercado de dinero fluido que permitía el acceso a las divisas, bonos, depósitos e incluso bienes inmuebles. Estas transacciones se producían en plazos cortos y dejaban una cuota estrecha de depósitos que se encontraban en mínimos históricos que esterilizaban cualquier estrategia de contracción monetaria.

Tras estas observaciones, Schvarzer advertía que el sistema financiero líquido, rentable y de acceso preferencial a los grupos favorecidos tras la dictadura deterioraba las funciones de reserva de valor de la moneda e impedía cualquier regulación de la economía. Como sostuvo, “tiende a consolidarse un circuito monetario, financiero y especulativo que abarca desde el manipuleo de dinero hasta la tenencia y la comercialización de bienes y stocks que transmite sus efectos en uno y otro sentido en función de las condiciones de la coyuntura” (Schvarzer, 1983a: 38).7 En estas condiciones, era previsible que las políticas monetaristas no funcionaran y que el sector público haya entrado en una situación fiscal de quiebre a causa de diferentes mecanismos –como la cuenta de regulación monetaria, la garantía a los depósitos, los seguros de cambios de la deuda externa y las tasas de interés pagadas por el sector público por encima de la inflación (ver gráfico 1 en Anexo)–, que lo subsumieron a una dinámica expansiva del mercado financiero. El planteo de Schvarzer era que el costo fiscal de estos mecanismos financieros, que eran más altos que el costo salarial o la inversión del sector público, debían ser las variables de ajuste para sanear el sector público. En esta situación, en la cual la tasa de interés no funcionaba como mecanismo de cálculo económico al servicio de la planificación en la economía real, se limitaba, por el contrario, a la rentabilidad de corto plazo. Era lógico, sostenía, que en estas condiciones no existieran señales de mercado de inversión a mediano plazo y que se cayera en un estancamiento crónico del crecimiento (Sábato y Schvarzer, 1983: 17).8

El papel de la clase dominante en una economía del decrecimiento

El economista previó que el gobierno que llegaría a funciones en diciembre de 1983 vería dificultades para implementar políticas de recuperación salarial, como bregaban la mayoría de los partidos mayoritarios (Belini y Rodríguez, 2023), dado los riesgos de que se produjeran reacciones a través del sistema de precios y del poder de la especulación. Y aquí planteó dos variables elementales: el déficit público y la emisión monetaria. Ninguno de los dos, afirmó, podría reducirse en el corto plazo. En cuanto al primero, el Estado iba a aumentar el gasto en salarios –lo cual era lógico dada la enorme pérdida de los ingresos y la demanda de la población– y, en cuanto al segundo, no se podía prever una reducción de la inversión pública debido a las enormes postergaciones y las demandas por mayores servicios. En este cuadro, la monetización del déficit no podría reducirse y esto sería un “alerta roja” de los sectores que responderían a estas variables con un alza de los precios de forma mecánica. Sin embargo, sostuvo que “una modificación adecuada de la política financiera podría derivar en una fuerte reducción de la emisión monetaria originada por ella; esto, a su vez, permitiría controlar mucho mejor que ahora la política monetaria” (Schvarzer, 1983b: 44) y, más adelante, subrayó que el gobierno debía considerar que “la batalla contra la inflación lleva […] a enfrentar simultáneamente a los grupos privilegiados en todos los aspectos del circuito especulativo de los mercados financiero y de bienes. Las políticas sectoriales que no tengan en cuenta esa circunstancia están destinadas al fracaso” (Schvarzer, 1983b: 44).

Esta visión en torno a las causas de la inflación que defendía Schvarzer se relacionaba con las consideraciones realizadas junto a Sábato que expusieron el 17 de mayo de 1983 en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de Estocolmo, Suecia. En aquella oportunidad ambos plantearon que en cualquier sociedad de clases es requisito tener y mantener una estructura de dominación concreta “para desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad, estimulando un crecimiento económico que beneficie ante todo a los empresarios capitalistas, pero que la vez permite lograr consenso en las clases dominantes e imponer de este modo su hegemonía” (Sábato y Schvarzer, 1983: 19). Sin embargo, subrayaron que en el caso de la Argentina los sectores privilegiados se interesaron por la inestabilidad política, aún en condiciones en las que, como argumentaban, no existió un movimiento popular masivo que amenazara el orden existente: la conclusión era que, a pesar del estancamiento del PIB entre 1970 y 1982, del descenso del PIB per cápita y del producto industrial en el mismo período, determinados sectores lograron beneficiarse.9 Para respaldar estas conclusiones, los autores se detuvieron en el crecimiento de los ingresos no asalariados durante la década 1970-1980 –a partir de los datos de distribución del ingreso entre asalariados y no asalariados– y apuntaron que el ingreso de estos últimos creció más cuando el PIB crecía menos (ibídem: 20). Concluían:

… lo menos que se puede decir frente a estos datos e indicios es que ni el caos ni el estancamiento económicos parecen haber perjudicado notarialmente a las clases privilegiadas […] es posible, entonces, que el caos económico no resulta tan anormal para estos grupos como habitualmente se piensa (ídem).

Recesión: elemento inherente de la nueva estructura económica

La cuestión inflacionaria fue una de las más relevantes en el pensamiento económico de Schvarzer en estos años.10 Hacia octubre de 1984 se hizo una mesa redonda en el Centro Cultural General San Martín en Buenos Aires organizado por el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE).11 En ella, debatieron José Domínguez, presidente del Instituto de Política Económica y Social;12 Jacobo Goransky, miembro de la Comisión Económica del Centro Argentino de Ingenieros, y Schvarzer, en representación del consejo directivo del IADE. Domínguez y Goransky pusieron el foco en la impracticabilidad de la lucha contra la inflación por vías ortodoxas; es decir, moderando el aumento de precios a partir de un menor nivel de actividad y consumo, ya que solo lo consideraban posible en un contexto de represión política. El primero destacó que las riquezas perdidas entre 1976 y 1982 por no haber crecido a una tasa anual del 5% se estimaban en 250.000 millones de dólares, casi seis veces la deuda externa total (Schvarzer, 1984e). El segundo, por su parte, jerarquizó el papel de los sectores monopólicos en la incidencia de precios, en los desequilibrios del sector público y los tarifazos a los que se veía obligado este último, en la gravitación del excedente captado por el sector financiero, en el impacto del sector externo tras el deterioro de los términos de intercambio13 y en la evasión permanente de divisas.14 En este marco, Schvarzer pidió poner la atención en que la inflación de aquellos años coincidía con una década de estancamiento y “con una política que ha transformado profundamente el funcionamiento del sistema financiero argentino, tanto en su operatoria interna como en su relación con el sistema financiero internacional” (Schvarzer, 1984b: 103-104). Y esto se presentaba en una cuestión relevante porque, para Schvarzer, se encontraba profundamente relacionado con un cambio rotundo en la forma de actuar de los agentes, particularmente en la forma de redistribuir los ingresos en favor de la especulación y, no menos importante, contra los asalariados. En este sentido, el ingeniero detalló una serie de puntos concretos para entender la inflación de los ochenta a diferencia de la de los sesenta:

- La fluctuación de precios relativos se desarrollaba en magnitudes diferentes, y al final de determinados períodos se observaba que no todos los precios se acomodaban a la inflación general, sino que persistían determinados desequilibrios. Particularmente, mencionó el caso extremo del salario como ejemplo de un precio que había caído mucho y el tipo de cambio para el caso contrario.15 Esto mostraba, según argumentó, que desapareció el mercado como fijador de precios, materializado en la caída de la inversión como respuesta lógica.

- Entonces, el mercado existente es puramente especulativo, solo opera en el corto plazo y extrae beneficios de la rápida fluctuación de precios relativos, que solamente beneficia a los sectores con capacidad de rapidez para fijar los precios -oligopólicos- y con acceso al capital financiero. Estos beneficios contrastaban con la pérdida de ingresos en los asalariados y en el sector público.

- Se configura una nueva distribución del ingreso en una economía estancada, con caída de la inversión (como muestra el gráfico 3 en Anexo) y la recesión se vuelve estructuralmente inherente a la propia condición de funcionamiento de la economía (Schvarzer, 1984c: 4).

Posteriormente, en marzo de 1984 en la República Federal Alemana, con motivo de un seminario titulado “Argentina ¿desde la crisis monetarista hasta la crisis democrática?”, señaló que el hecho de que el producto en 1983 fuera similar a 1974, que el valor agregado de la industria fuera equivalente a 1970, que la inversión haya caído en el período 1975-1983 un 30% respecto a la década anterior, que los ingresos de los asalariados fueran inferiores a los de la década del sesenta y que la deuda externa haya llegado al 60% del PIB, eran síntomas del funcionamiento de la economía post-1975 (Schvarzer, 1984e). Puntualmente, sostuvo que:

… los aspectos más difíciles de superar tienen que ver con el enorme deterioro de todo el tejido de relaciones económicas […] en particular, los rasgos más graves de la crisis consisten en la perversa combinación entre un proceso hiperinflacionario prácticamente endémico, la virtual destrucción del mercado financiero local de capitales, el déficit casi incontrolable del sector público,16 las dimensiones agobiantes e insólitas de la deuda externa y la falta de eficacia de las políticas monetarias tradicionales (Schvarzer, 1984c: 3).

Las limitaciones del accionar del Estado ante una nueva estructura económica

En este contexto, Schvarzer planteaba que el Estado perdía herramientas para regular la coyuntura económica. Por tanto, postulaba que no se trataba de que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) emitiera dinero para financiar al tesoro, sino que la propia estructura económica que se había configurado le demandaba el dinero, producto de la especulación, al BCRA. Los dos canales concretos que producían la emisión, según argumentó, eran la Cuenta de Regulación Monetaria (CRM) y los subsidios al sistema financiero y, por otro lado, la proveniente del déficit fiscal.17 No obstante, sobre esta última y al contrario de las posturas ortodoxas en la materia, planteó que la misma emisión por el primer canal impactaba en el déficit público de manera indirecta y obligaba al Estado a emitir y, adicionalmente, el retardo impositivo y tarifario reducían los ingresos reales y encerraban al Estado en un círculo de emisión (Schvarzer, 1984a: 106).18 En este marco, también se tuvo en cuenta que la estructura impositiva se veía agravada por una alta evasión y resistencias a pagar impuestos a un Estado considerado ineficiente, por lo que sobrecargaba los impuestos de fácil recaudación y aumentaba la regresividad (Schvarzer, 1984c).

En este sentido, el planteo era que la base monetaria (billetes y monedas) estaba en el orden del 4% del PIB, una cifra muy baja con relación al tamaño de la economía y que se replicaba en una dolarización.19 Como dijo entonces:

… una parte de la Argentina opera en dólares, estos funcionan como una moneda de curso legal, aunque legalmente no se lo permita; es otra moneda de la economía nacional. Probablemente, la masa de dólares que circula en la economía argentina es equivalente a la masa de pesos en el mismo ámbito (ibídem: 107).

Más adelante, subrayó que la moneda desvalorizada la recibían, principalmente, el Estado y los asalariados.20 Por lo tanto, ambos pierden; mientras sectores privilegiados usan la moneda buena (el dólar). Este análisis no le impidió cuestionar al gobierno, y aseguraba que las políticas económicas formuladas desde fines de 1983 –con referencia a las de Grinspun– fueron “ingenuas”, en la medida que repetían las experiencias de 1973 o 1963 como si la economía no hubiera cambiado. Por ello, cuestionó que, sino no se planteaba un programa para cambiar la estructura delineada, asumiendo que con los sectores privilegiados no se podría concertar, las posiciones ortodoxas y derechistas ganarían consensos (Schvarzer, 1984b: 108).

La impracticabilidad de una reactivación económica y el papel de la deuda externa en las nuevas condiciones de funcionamiento de la economía nacional

El problema de subestimar la posibilidad de reactivar la economía real

Conforme avanzó la política económica del gobierno, Schvarzer consideró respecto de la reactivación que era lógico que las mayores fuerzas políticas plantearan una recuperación sobre la base de una capacidad ociosa alta dados los casi cinco años de estancamiento industrial (1975-1979) y su posterior caída continuada entre 1980 y 1983.21 Sin embargo, desde entonces postuló que era un problema porque había que considerar, en primer lugar, la diferenciación entre empresas privilegiadas por su capacidad económico-financiera (es decir, resistencia oligopólica sobre los mercados, venta de producción al contado, posibilidad de financiar materias primas consumidas y manejo de cash flow)22 que les permitió defenderse e incluso beneficiarse de las altas tasas de interés colocando excedentes en los mercados financieros.23 Por ello, Schvarzer (1983d) detectó tempranamente que cuando se intentara la reactivación “van a aparecer muy rápidamente cuellos de botella que pueden frenar las posibilidades de la utilización de la capacidad instalada que se supone disponible en Argentina” (3).24

Por lo tanto, en las previsiones y consideraciones de Schvarzer, no se podía pretender que el aumento de la capacidad ociosa de la industria sería tan auspicioso como permitían suponer las estadísticas oficiales, dada la interrupción de los diferentes proveedores que no necesariamente podían interesarse en la reactivación o bien que esta representara un costo mayor frente a la rentabilidad financiera.25 De esta manera, desde las páginas de El Bimestre… (CISEA), postuló que la Argentina ponía “vino nuevo en odres viejos” en la medida en que las ideas económicas, pero también políticas y los planteos que parecían configurarse de cara al retorno democrático, eran anteriores a las transformaciones impulsadas por la dictadura.26

Con el gobierno democrático en funciones, a comienzos de 1984, Schvarzer sostuvo que, a lo obvio del peso de la deuda externa, su magnitud y sus consecuencias en el desarrollo económico y la distribución de los ingresos, había que sumar una serie de elementos que la distinguían de cualquier otro proceso de endeudamiento pasado en países en los que las crisis de balance de pagos y el recurrente endeudamiento eran reiterados (Schvarzer, 1985b). Se trataba, como argumentó, de revisar la naturaleza de la deuda externa dando cuenta de que la misma no podía ser analizada con las herramientas del pasado. A partir de ahora, planteó, la causa del endeudamiento debía buscarse “en la fuga de capitales líquidos que buscan alternativas de colocación en los mercados financieros de los países desarrollados [coincidente] con el proceso más largo de estancamiento y caída de la producción nacional” (Schvarzer 1984b: 3). Además de que prevalecía la lógica financiera por sobre la productiva, debía contarse la alta magnitud en términos absolutos y relativos del endeudamiento contraído a tasas flotantes y el paralelo fortalecimiento de los grandes bancos privados transnacionales, como recordó, el activo de los principales entre 1966 y 1980 aumentó a promedios del 28% anual (Schvarzer, 1983c).27

El papel de la deuda externa como consecuencia de insolvencia estructural del nuevo modelo económico

El panorama que describía Schvarzer era: una deuda que equivalía al 60% del PIB, lejos de los promedios del 10%; servicios de la deuda a tasas del 14% anual (11% del mercado internacional de capitales y 3% de spread a los bancos)28 y que representaban en 1984 6.000 millones de dólares (por encima del superávit esperado de la balanza comercial de entre 2.500 y 3.000 millones en 1984) (Schvarzer, 1983a). En esa situación, se observa que las restricciones al pago de deuda eran relevantes, tanto la vía comercial como financiera, y adicionalmente debían considerarse los efectos sobre la redistribución de los ingresos y, por último, la restricción sobre el presupuesto público ya que tres cuartas partes del endeudamiento total estaba en manos de organismos públicos (Schvarzer, 1983f). En definitiva, la evolución de la deuda, descontando la posibilidad de pagarla y que las condiciones del comercio mundial permanecerían inalteradas, dependía de la evolución de las tasas de interés, y estas del incremento de los precios en Estados Unidos, a la espera de que bajaran y redujeran el costo real de los intereses. También de los precios internacionales –que no presentaban buenas proyecciones– y de la relación entre el dólar y las principales divisas mundiales (el fortalecimiento de las segundas permitiría un mayor dinamismo del comercio hacia países en desarrollo) (Schvarzer, 1984d).29 Sobre la base de la evolución negativa de estos supuestos es que Schvarzer planteaba la evidente imposibilidad de sostener los pagos de la deuda externa.30

Además, en estas condiciones quedaba claro que las perspectivas de que la nueva democracia recibiera un apoyo especial por parte de los países desarrollados era tan ilusoria como que las condiciones de impago evidenciadas encerraban al gobierno en las negociaciones con el FMI31 y en la necesidad de refinanciar los vencimientos en el corto plazo, pero sin contar con un programa creíble que contribuyera a despejar los intereses y permitir proyecciones de mediano plazo (Schvarzer, 1984a).32 Incluso, cuestionó a quienes consideraban que “hacer buena letra ahora servirá para recurrir nuevamente al auxilio del mercado internacional de capitales cuando este se reconstituya. En su fe sin límites, ignoran que la crisis financiera de estos años está provocando cambios profundos y permanentes”.33 En el otro extremo, sobre la solución de no pagar la deuda externa, Schvarzer consideraba que los altos costos que podían esperarse por no respetar las reglas de juego de los mercados internacionales no podían ser enfrentadas por el gobierno en las condiciones políticas vigentes, lo que condicionaba las negociaciones a un ámbito ambivalente previsto tempranamente por el ingeniero (Schvarzer, 1984d).

En 1984 la deuda externa era una preocupación regional al calor de la proliferación de protestas sociales que identificaban al FMI como principal problema de la economía,34 habida cuenta de que era inevitable ligarla a la distribución del ingreso al interior de las naciones a la hora de ajustar para pagar los intereses. Esto derivaba en una pérdida de autonomía nacional respecto de las políticas económicas que se veían intervenidas implícitamente por las sugerencias de los funcionarios del FMI. En suma, el problema de la deuda era desde este punto de vista estructural, en la medida que la combinación de su volumen con altas tasas de interés generaba una transferencia de ingresos que impactaba indefectiblemente en el déficit público (Schvarzer, 1985a). Por ello, en 1985 Schvarzer planteó que el gobierno democrático de 1983, a pesar de abrir las puertas de un nuevo proyecto, no podía definir con claridad hacía qué horizonte se dirigía. Según entendía, “el gobierno expresa las intenciones de amplios grupos sociales que ven en el desarrollo la única salida a los problemas nacionales, pero se ha encontrado con dos fuertes elementos disuasivos a superar” (Schvarzer, 1985b: 57.). Se refería al funcionamiento descripto de la economía y a la deuda externa, pero también a la poca adhesión de los grupos privilegiados del modelo iniciado en 1976, los cuales insistían en aferrarse a las políticas instaladas y de difícil reversión de apertura financiera y de extracción de beneficios en actividades no productivas con la consecuente fuga de capitales.35

Reflexiones finales

La inflación de tres dígitos anuales que se instaló como un fenómeno nuevo desde mediados de los setenta implicó un cambio de régimen. En el pensamiento de Schvarzer, no solo se trataba de un cambio de régimen inflacionario propiamente dicho, es decir, en la dinámica macroeconómica establecida a partir de las presiones fiscales, monetarias y del sistema de precios (Heymann, 1987). Se trataba de un cambio integral en el funcionamiento de la economía política argentina: esto es, considerando las clases sociales que la componen, el Estado y su interrelación con las diferentes variables macroeconómicas. Desde el shock que significó el “Rodrigazo”, y los nuevos niveles de nominalidad consolidados con una reforma financiera destinada a desregular el movimiento de capitales y conectar la plaza local con la internacional en un momento concreto de alta liquidez; las políticas antiinflacionarias se volvieron estériles y restaron eficacia en el corto plazo. Es decir, las clásicas recetas ortodoxas de astringencia fiscal y monetaria no surtían efectos, y Schvarzer ensayó una explicación acerca de estas razones que desarrollamos a continuación con base en el mapa conceptual presentado en el Anexo, el cual sintetiza los principales elementos analíticos de Schvarzer.

Imagen 1. Mapa conceptual. Esquema del pensamiento económico de Jorge Schvarzer

Fuente: elaboración propia basada en diversos textos de Schvarzer.

Lo principal para explicar las bases del nuevo modelo económico que se configura luego de la experiencia de la dictadura es situar, como se ha mencionado, el punto de quiebre en el llamado “Rodrigazo”. Posteriormente, son la reforma financiera de 1977 y la consolidación de un déficit público estructural los elementos constitutivos del nuevo régimen. A partir de la interrelación temporalmente sucesiva de los tres, es que se puede comprender, como se muestra en el eje izquierdo de la imagen 1, la formación de un mercado fluido de dinero que cambia de eje la rentabilidad económica y que utiliza como principal instrumento la tasa de interés, pero también el endeudamiento externo y la fuga de capitales como condición de posibilidad. Si observamos el eje central del esquema, puede ponderarse que ante este nuevo escenario el comportamiento de los agentes económicos, privilegiados y con mayor acceso a instrumentos de corto plazo, corre al eje financiero como principal espacio de negocios. Negocios que se dirimían en una puja distributiva manifestada mediante las alteraciones de los precios relativos, por lo cual el empresariado más privilegiado ganaba posiciones contra el Estado y los asalariados para luego volcar sus ganancias al sector financiero con corto plazo. Ahora, dado el proceso de endeudamiento crónico público y privado, y el traspaso de gran parte del último al Estado, se conforma una nueva inflación estructural explicada por un stock (endeudamiento público) y una corriente de flujos explicada por la emisión monetaria destinada a sostener la lógica de acumulación financiera mediante diferentes instrumentos. Ante este panorama, se concluye que la constitución de activos en moneda extranjera se convirtió en un flujo crónico derivado del comportamiento de los agentes en las condiciones de la nueva lógica económica conformada postdictadura. De la misma manera, dos elementos relacionados: la recesión se convierte en un factor inherente a la nueva lógica de funcionamiento en la que con decrecimiento sectores no asalariados logran ganar posiciones y que una reactivación económica del sector privado no podía despertar el interés del capital por la economía real.

La economía política argentina que contribuyó a elucidar Schvarzer en los albores de la democracia del gobierno de Alfonsín contribuye a entender la nueva dinámica financiera que vertebraba las reglas de funcionamiento económico. Un nuevo funcionamiento en el que podían convivir una caída de la inversión, del PIB per cápita y de los salarios reales desde 1975, considerando excepciones; mientras se beneficiaban los ingresos de ciertos estratos altos de la población como dató el economista entonces. Así, Schvarzer advirtió muy tempranamente que la democracia enfrentaría dificultades difícilmente reversibles, y que se materializarían en que la reactivación económica surtiría pobres efectos dado que las empresas no responderían como en el pasado a la subida de la capacidad ociosa; que la deuda externa no podría encontrar una salida por fuera de la dinámica de la renegociación constante y que, aunque el gobierno pretendía enfrentar algunos en estos aspectos, era previsible que no contaba con herramientas políticas suficientes.

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Anexo

Gráfico 1. Inflación y tasa de interés, 1976-1982 (índice 1976 = 100)

Fuente: memorias anuales del BCRA, 1976-1983.

Tabla 1. Evolución de la deuda externa argentina (total), vencimientos de capital a un año, intereses devengados y saldo comercial entre 1970-1984, millones de dólares corrientes

Año

Deuda

Vencimientos

Intereses

Saldo comercial

1970

4.000

1.600

s/d

79

1971

5.000

2.300

226

128

1972

6.200

2.600

280

36

1973

6.366

2.870

343

1.036

1974

8.089

3.896

424

296

1975

9.149

3.979

467

985

1976

8.280

3.206

515

884

1977

11.761

4.008

499

1490

1978

12.496

4.430

720

2.565

1979

19.034

8.527

1.174

1.110

1980

27.162

13.764

2.170

2.520

1981

35.671

14.649

3.435

287

1982

38.967

19.088

4.924

2.287

1983

43.634

21.413

5.423

3.320

1984

48.000

25.000

5.600

3.500

Fuente: información extraída de Schvarzer (1985a: 84) y memorias del BCRA, 1970-1984.

Gráfico 2. Inflación minorista, 1970-1984 (base 1970 = 100)

Fuente: elaboración propia basada en memorias del BCRA, 1970-1984.

Gráfico 3. Evolución de la inversión bruta fija total, 1969-1985 (% de variación anual)

Fuente: elaboración propia basada en memorias del BCRA, 1970-1985.


  1. 1 Los aportes en este campo son recientes, por ejemplo, puede mencionarse el esfuerzo colaborativo de enfoque neoclásico que se encuentra en Ravier (2021) como los ensayos de enfoque heterodoxos del sello editorial Manuel Belgrano impulsados por el Ministerio de Economía entre 2019-2023 con la autoría de Marcelo Rougier, Rodrigo López, Andrés Asain, entre otros. Consultar: https://www.argentina.gob.ar/economia/sello-manuel-belgrano. Por último, también marca un hito el trabajo reciente de Arana (2024) en torno a la historia de la formación de los economistas en la Argentina.

  2. 2 Por ejemplo, como señaló el historiador García Heras (2022), en la actualidad varios estudios económicos se fundan en interpretaciones históricas que moldean su análisis del presente, en ocasiones emblemáticas según el autor, y que entienden el proceso abierto en 1976 como una “herencia maldita”.

  3. 3 Mariana Heredia, 4/6/2018, “Jorge Schvarzer. La vigencia de su pensamiento”, Instituto Argentino para el Desarrollo Económico. Disponible en: https://www.iade.org.ar/noticias/jorge-schvarzer-la-vigencia-de-su-pensamiento.

  4. 4 Puede consultarse el sitio Jorge Schvarzer, Autobiografía, http://www.jorgeschvarzer.com.ar.

  5. 5 El término hace referencia al plan de estabilización de Celestino Rodrigo (1975) que instrumentó una devaluación del dólar financiero del 100% y del dólar comercial en 160%, alza de las tarifas de gas y electricidad entre un 40 y 75%. Los aumentos salariales, por su parte, se fijaron en un alza del 38% y se liberaron el resto de los precios (excepto un conjunto de treinta productos específicos). Paralelamente, se esperaba reducir el déficit fiscal y de la balanza comercial, para posteriormente revertir la inflación que había llegado a casi el 30% mensual y la caída del PBI, que fue del 6,5% durante el segundo bimestre de 1975. Finalmente, entre el 18 y el 19 de junio de 1975 Rodrigo renunció en medio de una escalada inflacionaria inédita y la oposición del sindicalismo a las medidas de su programa, que realizó el primer paro general con la CGT a un gobierno peronista (Kacef, Robio y Vitto, 2021).

  6. 6 La reforma de 1977 desreguló las tasas de interés que se posicionaron encima de la inflación, habilitó la apertura de nuevas entidades financieras con requisitos mínimos de operación y la mayor utilización de títulos públicos para transferir ingresos al sector financiero. Las modificaciones de la Carta Orgánica del BCRA sentaron la descentralización de los depósitos, reducción de los encajes de niveles cercanos del 100% al 45% para generar mayor capacidad prestable y monetización de la economía. Por otro lado, para compensar a las entidades por el costo que se derivaba de inmovilizar el efectivo mínimo, se creó la Cuenta de Regulación Monetaria (CRM), mediante la cual el BCRA pagaba una tasa a las entidades por los recursos inmovilizados evitando costos altos en un contexto de tasas libres e intentando que los márgenes entre las tasas activas y pasivas se mantuvieran en niveles bajos (Lajer Baron, 2018: 323).

  7. 7 Algunos argumentos asimilables, aunque en un menor nivel de esquematización y análisis que el desarrollado por Schvarzer en sus diferentes intervenciones analíticas, fue sugerido por economistas como Carlos Abalo y Julián Lemoine en estos años. Dentro del periodismo económico “progresista” plantearon que la Argentina exhibía cierta lógica de acumulación financiera. Al contrario de Schvarzer, jerarquizaron que respondía a las condiciones financieras internacionales y que difícilmente era desacoplable de esta (Lemoine, 1984; Abalo, 1984).

  8. 8 Un análisis interesante, y en alguna medida asimilable al debate que abría Schvarzer sobre la lógica de funcionamiento del sistema financiero y particularmente de la tasa de interés local, puede consultarse en los análisis que hizo en aquellos años Leonardo Bleger en la revista Realidad Económica acerca del Plan Austral. El diagnóstico de Bleger, justamente, era que el Austral había quedado encerrado en una lógica similar a la que proponía Schvarzer (Bleger, 1986).

  9. 9 El PIB per cápita se redujo más de un 7% entre 1974-1983 y el PIB industrial en 12%. Ver datos en Schorr (2021: 267).

  10. 10 Materia en la que se distinguió del diagnóstico monetarista-ortodoxo clásico, pero también del heterodoxo que caracterizó a los hacedores del Plan Austral (Machinea y Faelli, 1988). Es decir, aquel diagnóstico que comenzó a discutir los efectos perniciosos de la inflación. Estos últimos, comenzaron a poner de relieve aspectos centrales para detener lo que se consideraba una inflación estructural, tales como la credibilidad de la política económica y el proceso inercial de la inflación (Brid, 1988; Schuldt, 1988) junto con el componente fiscal y la puja distributiva como elementos inescindibles de las reformas estructurales (Dorbusch y Simonsen, 1987; Modiano, 1987).

  11. 11 Instituto que presidió y participó activamente en su publicación Realidad Económica. En ese ámbito se vinculó a economistas y pensadores sociales como Jorge F. Sábato, Alfredo Eric Calcagno, Juan Carlos Amigo, Arnaldo Bocco y Leonardo Bleger, entre otros; asociados a una línea política nacional-popular del radicalismo y el justicialismo.

  12. 12 Institución fundada en 1961 durante la presidencia de Arturo Frondizi tras el impulso de varios intelectuales y economistas como Rogelio Frigerio, Adalbert Krieger Vasena, Aldo Ferrer, Mario Brodersohn y Julio Olivera.

  13. 13 La década de 1980 se caracterizó por un decrecimiento relevante de los precios de productos exportables de la región. Su evolución promedio anual fue negativa entre 4 y 6%, y si se toman exclusivamente alimentos, fue de más del -7% (ver Ocampo y Parra, 2003: 13).

  14. 14 Otra interpretación en torno al diagnóstico de la inflación en la coyuntura de estos años, y previa al Plan Austral y la inclusión de las expectativas y la inflación inercial de la mano de economistas como Machinea, Heymann, Brodersohn y Frenkel en el equipo de Juan Sourrouille (1985-1989), puede ser la de Juan Carlos Amigo. Dentro del arco “progresista” del pensamiento económico, Amigo analizaba, en las revistas de política y economía como Realidad Económica y El Periodista de Buenos Aires, que el “triángulo de la inflación” respondía a la escasez de inversión, la falta de divisas para importar y, consecuentemente, la baja productividad del sector agropecuario para dinamizar la reactivación (Amigo, 1985).

  15. 15 Por ejemplo, señaló que en el período 1968-1974 el tipo de cambio subió a un valor promedio igual a 100, mientras que en 1976 lo hizo en 145, cayó a 60 entre 1979-1980 y volvió a subir 120 en 1982 (Schvarzer, 1984c: 3).

  16. 16 Como subrayó en el mismo texto Schvarzer (1984c), la diferencia entre ingresos y gastos del sector público nacional rondaba el 14% del PIB , aunque sin contar las erogaciones demandadas por el sistema financiero que, por razones contables, no se incluyen en el presupuesto.

  17. 17 Calculaba que la emisión monetaria que se demandaba era de entre 6 y 8% del PIB anual y no negaba que ante la estrechez de la base monetaria esta emisión tenía efectos en los precios, y estimaba que la base crecía por este mecanismo entre 120% y 150% anual (Schvarzer, 1984c).

  18. 18 La cuestión del papel de la CRM en la dinámica del déficit fiscal constituye un elemento central en el que insistió Grinspun en su gestión, y pese a que en aquellos años no fue muy claro sobre cómo proceder con su reforma, sí ensayó un diagnóstico bastante cercano al análisis de Schvarzer en 1989, tras salir del gobierno radical. Pueden verse: “Polémica por la reforma financiera”, Clarín, 31/1/1985, p. 17 y Grinspun (1989).

  19. 19 Considerando que la fuga de capitales había subido del orden de los 11.000 millones de dólares anuales promedio en 1979 a más de 30.000 millones en 1983 (Barrera y Bona, 2018).

  20. 20 Incluso en concepto de que la creación de dinero vía sector externo era mucho menor frente a otras fuentes de creación como el sector público o la CRM. Por ejemplo, en 1983, la creación vía sector externo fue de 27 millones de pesos y en 1984 de 21 millones; lejos de los 109 y 309 millones respectivamente del sector público y 54 y 416 millones de la CRM (BCRA, 1984: 37).

  21. 21 Como señalaba, había ramas tan importantes como la automotriz, que tenían la misma producción absoluta que en 1964. Las causas inmediatas de este desfavorable desempeño industrial se encontraban, como argumentaba, en la caída del salario real como política oficial desde el “plan Martínez de Hoz” y los mecanismos financieros que permitieron a sectores de altos ingresos acceder a activos financieros y bienes foráneos en desmedro de la producción local, con la apertura comercial de por medio. La inflexibilidad de este mecanismo, a su vez, se explicaba en el papel de las altas tasas de interés subsumidas a mantener la rentabilidad de los activos financieros en desmedro de los costos del sector industrial (Schvarzer, 1986 y 1987).

  22. 22 La observación era que las empresas más grandes, a pesar de no haber incrementado sus ventas en la última década, crecían por la reducción y absorción de los sectores pequeños y medianos mientras, paralelamente, se frenaban las inversiones productivas dando lugar a la concentración (control de ramas productivas) o conglomeración (expansión diversificada) como observaron Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004).

  23. 23 Además, les permitió defenderse de la competencia de bienes importados tras la reducción de los aranceles con Martínez de Hoz por medio del control del sistema de distribución y comercialización que les permitió defender los mercados y vetar el acceso de la competencia. Hacia marzo de 1976, más de la mitad de las importaciones tenían aranceles mayores al 70%, pero posteriormente, y mediante la iniciativa del decreto 3008 de noviembre de 1976, se impusieron aranceles inferiores al 20% para la mitad de las importaciones. Posteriormente, hacia 1978 el gobierno siguió avanzando en la apertura comercial y profundizó la reducción de aranceles en un 30% promedio de forma sostenida hasta 1980 (Canitrot, 1981). Los casos emblemáticos mencionados por Schvarzer fueron el automotriz y el sector de alimentos (Schvarzer, 1986).

  24. 24 Diferente fue la postura, por ejemplo, de Roberto Lavagna, quien, como referente económico del Partido Justicialista, postuló que la prioridad debería ser la reactivación del mercado interno, del consumo y el impulso de las exportaciones. Ver “Reportaje Roberto Lavagna”, 12/5/1983, Mercado 67, pp. 1-5. El problema de reactivar la economía también fue debatido, desde un ángulo ortodoxo, por Domingo Cavallo en el semanario Mercado entre 1982-1984. Cavallo defendió, al contrario de Schvarzer, que era posible una reactivación económica inducida por el sector privado vía ajuste fiscal. Sin embargo, según mi análisis, la estrategia requería una renegociación de la deuda externa en condiciones lógicas para enfrentar los intereses que el FMI no hizo posible. Ver Cavallo (1984) y, para mi segunda valoración, Torre (2021).

  25. 25 Sin dudas esto se relacionaba con las explicaciones contemporáneas de Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004) en 1987, acerca de las fracciones dominantes surgidas de la reestructuración económica que implicó la dictadura. Se trataba de grandes capitales nacionales y extranjeros que tenían el control de varias firmas locales en una diversidad de actividades económicas. La relación entre las diferentes empresas de un mismo grupo respondía a estrategias de integración vertical, horizontal y diversificada. Tanto capitales nacionales como extranjeros avanzaron sobre una mayor participación de sus actividades en sectores industriales producto de las quiebras generalizadas durante la dictadura y de la compra y absorción de firmas con fuerte apoyo estatal (por ejemplo, las facilidades para endeudarse en el exterior). De esta forma, convivieron la desindustrialización generalizada de pequeñas y medianas empresas, con una expansión de los grupos económicos nacionales y extranjeros en la industria. Además, como dataron los autores, la porción más significativa de la inversión de los grupos se destinó a los sectores financiero, de construcción residencial y otros servicios vinculados a población de altos ingresos y no afectados por la apertura comercial. Adicionalmente, los grupos canalizaban la rentabilidad hacia el sistema financiero local y oportunamente hacia el exterior gracias a la internacionalización financiera.

  26. 26 En la medida que veía en el retorno de Isabel Perón y en los acuerdos sindicales un síntoma del pasado (Schvarzer, 1983a: 1).

  27. 27 En aquel entonces, unos pocos bancos como el City Bank, el Bank of América y el Chasse Manhattan tenían comprometido entre un 20 y un 40% de su patrimonio neto con la Argentina (BCRA, 1984: 167). Como señaló Schvarzer, un 70% de la deuda externa había sido contraída con bancos privados, revirtiendo el anterior predominio de instituciones financieras públicas. A esto, Schvarzer lo denominó “privatización de los acreedores” y allí veía el principal interés en presionar por tratar el endeudamiento como una cuestión comercial. Los doce primeros bancos norteamericanos manejaban un 67% de los créditos externos, y la concentración era mucho más alta en países como Francia o Suiza. En el caso de la Argentina, que registraba 257 bancos acreedores por más de 25.000 millones de dólares, veintiséis bancos acumulaban el 51% (Schvarzer, 1984e).

  28. 28 Incluso, como consideraba Schvarzer, contando la tasa real de interés internacional real no se obtenía una idea cabal de cuanto realmente se pagaba. Referenció un cálculo hecho por Mario Brodersohn en 1982, entonces funcionario de Alfonsín en la Secretaría de Planificación con Sourrouille, quien al deflactar la tasa de interés nominal por los precios de la canasta de sus bienes exportables calculó que el costo era de más del 30% real.

  29. 29 Cuestión que en estos años contó con el análisis de perfil marxista que hicieron algunos como el historiador Alberto Pla y el economista Pablo Bustos, que jerarquizaba el papel de las transformaciones que el capitalismo global atravesaba desde los años setenta y se postulaba que lo que estaba en disputa era el lugar de la Argentina en un sistema que no terminaba de conformarse. Implícitamente el análisis recogía algo de las consideraciones de Schvarzer, ya que condicionaba el devenir de la economía argentina al papel de los sectores populares (Pla, 1987; Bustos, 1988).

  30. 30 Un diagnóstico ciertamente diferente al análisis contemporáneo de Schvarzer fue el de Aldo Ferrer en Vivir con lo nuestro, quien entendió que era posible emprender una estrategia de crecimiento “autárquica” hacia adentro, mediante un acuerdo social con diferentes sectores para enfrentar la crisis hasta tanto se restituyeran mejores condiciones en el sistema comercial y financiero mundial (Ferrer, 1983).

  31. 31 Habida cuenta de que como entendía Schvarzer (1984e), el papel del Fondo creció en un contexto de contracción de capitales privados líquidos, aunque, sin embargo, ponderaba que lo que el FMI podía aportar al endeudamiento externo era ínfimo en la medida que sus fondos en total se calculaban entonces en 44.000 millones de dólares, es decir, menos que el total de la deuda externa argentina. No obstante, su fortalecimiento se evidenciaba en el papel clave que le otorgaban los acreedores.

  32. 32 Recordemos que tan temprano como en el mes de abril, a cuatro meses de asumir el gobierno, dirigentes políticos y exfuncionarios, como Juan Alemann, Rogelio Frigerio, Herminio Iglesias y Arturo Frondizi, aludían, de una u otra manera, a la posibilidad de que se produjera un nuevo golpe de Estado (Schvarzer, 1984a: 2). A esta desconfianza, sumaba la reciente derrota de la Ley Mucci durante el verano de 1984. Entonces, dicha ley planteaba la democratización de la vida interna de los sindicatos promoviendo elecciones inmediatas e independientes de las cúpulas sindicales reintroduciendo el voto directo y la ampliación de la representación de las minorías sin proscripciones en todos los niveles bajo control oficial. Tras el fracaso del proyecto por la vía parlamentaria, que devino en el acuerdo por elecciones no supervisadas por el gobierno que no lograron necesariamente desplazar a la oposición, el conflicto con el sector sindical fue recurrente (Aruguete, 2006).

  33. 33 El punto era que las condiciones que permitieron la alta liquidez internacional del eurodólar desde los shocks petroleros se revertió desde los ochenta. Como argumentaba Schvarzer, no era posible pensar la deuda externa si no se ponderaba la liberalización financiera mundial. Por caso, repasaba que los fondos colocados en eurodólares habían crecido de 11.000 millones de dólares en 1965 a 661.000 millones en 1981, que dio lugar a mercados financieros libres que no se veían desde los años previos a 1929. La internacionalización del sistema financiero producía la exacerbación de los movimientos especulativos de dinero manifestados en las variables tasas de interés de los mercados nacionales. En este sentido, la deuda del tercer mundo debía entenderse en la amplia liquidez de capitales que, en todo caso tras las crisis del petróleo, permitió a los países importadores cubrir sus déficits con la disponibilidad de créditos (Schvarzer, 1984e).

  34. 34 Por ejemplo, a mediados de 1984 hubo violentos episodios en Santo Domingo, República Dominicana, hechos luego conocidos como la poblada de 1984. En aquel entonces, durante tres días, el gobierno de Salvador Blanco (1982-1986) enfrentó movilizaciones que dejaron un saldo de más de cien muertos.

  35. 35 De otra forma lo vio Guido di Tella, quien en aquellos años entendió que el principal problema de la fuga de capitales, y eventualmente de una tasa de interés alta, era el desorden de las expectativas. A diferencia de Schvarzer, confió en que el gobierno democrático tendría legitimidad suficiente para las mismas mediante un acuerdo social amplio y disciplina fiscal tendiente a reactivar la economía. “Reportaje a Guido di Tella (justicialista)”, 11/8/1983. Mercado 74, pp. 2-6.

El pensamiento económico de Jorge Schvarzer

Ignacio Andrés Rossi