¿Por qué leer los clásicos?
Resumen
¡A quién le importa lo que el viejo Durkheim dijo! escuche una vez refunfuñar a George Homans2. Con aquellas palabras interrumpió una recurrente discusión sostenida en el departamento3 sobre el lugar de la teoría sociológica en el plan de estudios. No obstante su interés en los aldeanos ingleses del siglo XIII, lo que realmente contaba para Homans eran las ideas y evidencias del hoy, no las del ayer. Su vívido rugido representó un primer vértice del triángulo que conforma esta cuestión. Desde el ángulo sostenido por Homans, deberíamos desterrar los clásicos porque la razón de ser de la ciencia social es seguir combinando las ideas con las evidencias que las sostienen, y, de ese modo, dejar atrás las ideas consideradas como antiguas o inferiores. Desde un segundo ángulo, los clásicos tienen profunda importancia porque plantean problemas y señalan sus posibles soluciones de modos en los que las investigaciones acumulativas no podrían lograr jamás. Además, desde un tercer ángulo, los clásicos de la Sociología construyen su lugar como exiguas parodias de gigantes como Aristóteles y Montesquieu; así, ¿por qué deberíamos preferir Tönnies a Tucídides?
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